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|Titulo=[[El libro de las mil noches y una noche (Tomo I)|El libro de las mil noches y una noche]]
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|Serie=[[Índice:Las mil noches y una noche v1.djvu|Tomo I]] [[Índice:Las mil noches y una noche v2.djvu|Tomo II]] [[Índice:Las mil noches y una noche v3.djvu|Tomo III]] [[Índice:Las mil noches y una noche v4.djvu|Tomo IV]] [[Índice:Las mil noches y una noche v5.djvu|Tomo V]] [[Índice:Las mil noches y una noche v6.djvu|Tomo VI]] [[Índice:Las mil noches y una noche v7.djvu|Tomo VII]] [[Índice:Las mil noches y una noche v8.djvu|Tomo VIII]] [[Índice:Las mil noches y una noche v9.djvu|Tomo IX]] [[Índice:Las mil noches y una noche v10.djvu|Tomo X]] [[Índice:Las mil noches y una noche v11.djvu|Tomo XI]] [[Índice:Las mil noches y una noche v12.djvu|Tomo XII]] [[Índice:Las mil noches y una noche v13.djvu|Tomo XIII]] [[Índice:Las mil noches y una noche v14.djvu|Tomo XIV]] [[Índice:Las mil noches y una noche v15.djvu|Tomo XV]] [[Índice:Las mil noches y una noche v16.djvu|Tomo XVI]] [[Índice:Las mil noches y una noche v17.djvu|Tomo XVII]] [[Índice:Las mil noches y una noche v18.djvu|Tomo XVIII]] [[Índice:Las mil noches y una noche v19.djvu|Tomo XIX]] [[Índice:Las mil noches y una noche v20.djvu|Tomo XX]] [[Índice:Las mil noches y una noche v21.djvu|Tomo XXI]] [[Índice:Las mil noches y una noche v22.djvu|Tomo XXII]] [[Índice:Las mil noches y una noche v23.djvu|Tomo XXIII]]
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|199}}</noinclude>adónde ir. Y recordé entonces todo cuanto me había sucedido, desde el principio hasta el fin, cómo me habían dejado sano y salvo los árabes del desierto, mi viaje y mis fatigas de un mes, mi entrada en la ciudad como extranjero, el encuentro con el sastre, la entrevista é intimidad tan deliciosa con la joven del subterráneo, el modo de escaparme de las manos del efrit que me quería matar, todo, en fin, sin olvidar mi transformación en mono al servicio después del capitán mercante, mi compra á elevado precio por el rey á consecuencia de mi hermosa letra, mi desencanto, ¡en fin, todo! Y más que nada, ¡ay de mí! el último incidente, que me hizo perder un ojo. Pero di gracias á Alah, y dije: «¡Más vale perder un ojo que la vida!» Después de esto, fui al hammam á tomar un baño antes de salir de la ciudad. Entonces, ¡oh señora mía! me afeité la barba para poder viajar seguro en calidad de saaluk. Desde aquella fecha no he dejado ni un día de llorar pensando en las desgracias que sobre mí han caído, y sobre todo en la pérdida de mi ojo izquierdo. Y cada vez que esto me viene á la memoria, el ojo derecho se me llena de lágrimas, que no me dejan ver, aunque nunca me impedirán pensar en estos versos del poeta:
''¿Conoce Alah misericordioso mi aflicción? ¡Las desdichas pesan sobre mí, y me he dado cuenta de ellas demasiado tarde!''
''¡Pero haré acopio de paciencia frente á mis grandes''<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|261}}</noinclude>Luego, la efrita, volviéndose hacia el califa, le dijo: «El autor de los malos tratos contra la joven Amina es tu propio hijo El-Amín.» Y le refirió la historia, en cuya veracidad creyó el califa por venir de labios de una segunda persona, no humana, sino efrita. Y el califa se quedó muy asombrado, pero dijo: «¡Loor á Alah porque intervine en el desencanto de las dos perras!» Después mandó llamar á su hijo El-Amín, le pidió explicaciones, y El-Amín respondió con la verdad. Y entonces el califa ordenó que se reuniesen los kadíes y testigos en la misma sala en donde estaban los tres saalik, hijos de reyes, y las tres jóvenes, con sus dos hermanas desencantadas recientemente.
Y con auxilio de kadíes y testigos, casó de nuevo á su hijo El-Amín con la joven Amina; á Zobeida con el primer saaluk, hijo de rey; á las otras dos jóvenes con los otros dos saalik, hijos de reyes; y por último mandó extender su propio contrato de casamiento con la más joven de las cinco hermanas, la virgen Fahima, ¡la proveedora agradable y dulce!
Y mandó edificar un palacio para cada pareja, enriqueciéndoles para que pudiesen vivir felices. Y en cuanto anocheció fué á tenderse entre los brazos de la joven Fahima, con la cual hubo de pasar una noche de las más gratas.
{{bi|«Pero—dijo Schahrazada dirigiéndose al rey Schahriar—no creas, ¡oh rey afortunado! que esta historia sea más prodigiosa que la que ahora sigue.»|2em|menor}}
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|209}}</noinclude>de la mano á un joven hermosísimo, moldeado realmente en el molde de la perfección, rama tierna y flexible, cuyo aspecto hubo de cautivar mi corazón y conmover la pulpa de mi carne.
Llegaron hasta la puerta, la franquearon y desaparecieron ante mis ojos. Pero pasados unos instantes, subieron todos menos el joven; entraron otra vez en la barca y se alejaron por el mar.
Cuando los hube perdido de vista, salté del árbol, corrí hacia el sitio donde estaba la trampa, que habían cubierto otra vez de tierra, y la quité de nuevo. Entonces descubrí la trampa, que era de madera y del tamaño de una piedra de molino, la levanté con ayuda de Alah, y vi que arrancaba de ella una escalera abovedada. Descendí, poseído de asombro, sus peldaños de piedra, y me encontré al fin en un espacioso salón revestido de tapices magníficos y colgaduras de seda y terciopelo. En un diván, entre bujías encendidas, jarrones con flores y tarros llenos de frutas y de dulces, aparecía sentado el joven, que estaba haciéndose aire con un abanico. Al verme se asustó mucho, pero yo le dije con mi más armoniosa voz: «¡La paz sea contigo!» Y él contestó, tranquilizándose: «¡Y contigo sea la paz, la misericordia de Alah y sus bendiciones!» Yo le dije: «¡Oh mi señor! Que tu corazón no se alarme. Aquí donde me ves, soy rey é hijo de un rey. Alah me ha guiado hasta ti para sacarte de este subterráneo, al cual sin duda te trajeron para que murieses. Pero yo te libertaré. Y serás mi amigo,<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|210|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>pues me bastó verte para estar predispuesto á tu favor.»
Entonces el joven, dibujando una sonrisa en sus labios, me invitó á que me sentase junto á él en el diván, y me dijo: «Sabe, ¡oh señor mío! que no me trajeron á este lugar para que muriese, sino para librarme de la muerte. Sabe también que soy hijo de un gran joyero, conocido en todo el mundo por sus riquezas y la cuantía de sus tesoros. Las caravanas que van por cuenta suya á lejanos países para vender su pedrería á los reyes y emires de la tierra han extendido su reputación por todas partes. Al nacer yo, siendo ya él de edad madura, le anunciaron los maestros de la adivinación, que su hijo había de morir antes que su padre y su madre; y mi padre, aquel día, á pesar del regocijo que le había causado mi nacimiento y la felicidad de mi madre, que me dió al mundo después del término de nueve meses, por voluntad de Alah, experimentó un dolor muy grande, sobre todo cuando los sabios que habían leído en los astros mi suerte le dijeron: «Matará á tu hijo un rey, hijo de otro rey, llamado Kassib, cuarenta días después de que aquél haya arrojado al mar al jinete de bronce de la montaña magnética.» Y mi padre el joyero quedó afligidísimo. Y cuidó de mí, educándome con mucho esmero, hasta que hube cumplido los quince años. Pero entonces supo que el jinete había sido echado al mar, y la noticia le apenó y le hizo llorar tanto, que en poco tiempo palideció su cara, enflaqueció su cuerpo y<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|211}}</noinclude>toda su persona adquirió la apariencia de un hombre decrépito, rendido por los años y las desventuras. Entonces me trajo á esta morada subterránea, la cual mandó construir para sustraerme á la busca del rey que había de matarme cuando cumpliera yo los quince años, y yo y mi padre estamos seguros de que el hijo de Kassib no podrá dar conmigo en esta isla desconocida. Tal es la causa de mi estancia en este sitio.»
Entonces pensé yo: «¿Cómo podrán equivocarse así los sabios que leen en los astros? Porque, ¡por Alah! este joven es la llama de mi corazón, y más fácil que matarlo me sería matarme.» Y luego le dije: «¡Oh hijo mío! Alah Todopoderoso no consentirá nunca que se quiebre flor tan hermosa. Estoy dispuesto á defenderte y á seguir aquí contigo toda la vida.» Y él me contestó: «Pasados cuarenta días vendrá á buscarme mi padre, pues ya no habrá peligro.» Y yo le dije: «¡Por Alah! que permaneceré en tu compañía esos cuarenta días, y después le diré á tu padre que te deje ir á mi reino, donde serás mi amigo y heredero del trono.
Entonces el mancebo me dió las gracias con palabras cariñosas, y comprendí que era en extremo cortés y correspondía á la inclinación que á él me arrastraba. Y empezamos á conversar amistosamente, regalándonos con las vituallas deliciosas de sus provisiones, que podían bastar para un año á cien comensales.
Después de haber comido, pude comprobar nue-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|212|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>vamente cuán subyugado estaba mi corazón por sus encantos, y luego nos tendimos y dormimos juntos toda la noche.
Al aproximarse el día me desperté y me lavé, llevando al joven la palangana llena de agua perfumada para que asimismo se lavase, y preparé los alimentos y comimos juntos, hablando, jugando y riendo luego hasta la noche. Y entonces pusimos la mesa y cenamos un carnero relleno de almendras, pasas, nuez moscada, clavo y pimienta. Y bebimos agua dulce y fresca, y tomamos también sandía, melón, tortas y pastelillos tan finos y leves como una cabellera, en los cuales no se había escatimado la manteca, la miel, las almendras ni la canela. Y como la noche anterior, nos acostamos, y pude darme cuenta de cuán grande era nuestra amistad. Y así dejamos transcurrir, tranquilos y felices, hasta el día cuadragésimo. Este último día, como tenía que venir su padre, el joven quiso darse un buen baño, y puse á calentar agua en el caldero, vertiéndola después en la tina de cobre y añadiéndole agua fría para hacerla más agradable. El joven entró en el baño, y lo lavé, y lo froté, y le di masaje, perfumándole y transportándole á la cama, donde le cubrí con la colcha y le envolví la cabeza en un pedazo de seda bordada de plata, obsequiándole con un sorbete delicioso, y se durmió.
Al despertarse quiso comer algo, y eligiendo la sandía más hermosa y colocándola en una bandeja, y la bandeja en un tapiz, me subí á la cama para<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|213}}</noinclude>coger el cuchillo grande, que pendía de la pared sobre la cabeza del mancebo. Y he aquí que el joven, por divertirse, me hizo de pronto cosquillas en una pierna, produciéndome tal efecto, que caí encima de él sin querer y le clavé el cuchillo en el corazón. Y expiró en seguida.
Al ver aquello, ¡oh señora mía! empecé á golpearme, y á gritar, y á gemir, y me desgarré las ropas, arrojándome desesperado al suelo. Pero mi amigo muerto estaba, cumpliéndose el Destino para que no mintieran las predicciones de los astrólogos. Alcé los ojos y las manos hacia el Altísimo, y repuse: «¡Oh Señor del universo! Si he cometido un crimen, dispuesto estoy á que me castigue tu justicia.» En este momento sentíame animoso ante la muerte. Pero ¡oh señora mía! nuestros anhelos nunca se satisfacen ni para el bien ni para el mal.
Entonces, no siéndome posible soportar la estancia en aquel sitio, y además, como sabía que el joyero no tardaría en comparecer, subí la escalera, salí y cerré la trampa, cubriéndola de tierra, como estaba antes.
Cuando me vi fuera, me dije: «Voy á observar ahora lo que ocurra; pero ocultándome, porque si no, los esclavos me matarían con la peor muerte.» Y entonces me subí á un árbol copudo que estaba cerca de la trampa, y allí quedé en acecho. Una hora más tarde apareció la barca con el anciano y los esclavos. Desembarcaron todos, llegaron apresuradamente junto al árbol, y al advertir la tierra<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|228|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>me los traes, que ya veremos lo que se hace.» Y Giafar ejecutó estas órdenes.
Entonces entró en su palacio el califa, pero no pudo dormir en toda la noche. Por la mañana se sentó en el trono, mandó entrar á los jefes de su Imperio, y cuando hubo despachado los asuntos y se hubieron marchado, volvióse hacia Giafar y le dijo: «Tráeme las tres jóvenes, las dos perras y los tres saalik.» Y Giafar salió en seguida, y los puso á todos entre las manos del califa. Las jóvenes se presentaron ante él cubiertas con sus velos. Y Giafar les dijo: «No se os castigará, porque sin conocernos nos habéis perdonado y favorecido. Pero ahora estáis en manos del quinto descendiente de Abbas, el califa Harún Al-Rachid. De modo que tenéis que contarle la verdad.»
Cuando las jóvenes oyeron las palabras de Giafar, que hablaba en nombre del Príncipe de los Creyentes, dió un paso la mayor y dijo: «¡Oh Emir de los Creyentes! Mi historia es tan prodigiosa, que si se escribiese con una aguja en el ángulo interior de un ojo, sería una lección para quien la leyese con respeto.»
{{bi|En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.|2em|menor}}
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|229}}</noinclude>{| align=center width=400px
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{{bd|PERO CUANDO LLEGÓ<br>LA 16.ª NOCHE|serif|cursiva|negrita}}
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{{bi|Ella dijo:|2em|menor}}
He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que la mayor de las jóvenes se puso entre las manos del Emir de los Creyentes, y contó su historia del siguiente modo:
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| {{c|Historia de Zobeida, la mayor<br>de las jóvenes|serif|grande|negrita}}
|
[[Archivo:Las mil noches y una noche v1 (page 231 crop).jpg|frameless|center|upright=.25]]
|}
«¡Oh Príncipe de los Creyentes! Sabe que me llamo Zobeida; mi hermana, la que abrió la puerta, se llama Amina, y la más joven de todas, Fahima. Las tres somos hijas del mismo padre, pero no de la misma madre. Estas dos perras son otras dos hermanas mías, de padre y madre.
Al morir nuestro padre nos dejó cinco mil dinares, que se repartieron por igual entre nosotras. Entonces mis hermanas Amina y Fahima se separaron de mí para irse con su madre, y yo y las otras dos hermanas, estas dos perras que aquí ves, nos quedamos juntas. Soy la más joven de las tres, pero<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|230|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>mayor que Amina y Fahima, que están entre tus manos.
Al poco tiempo de morir nuestro padre, mis dos hermanas mayores se casaron y estuvieron algún tiempo conmigo en la misma casa. Pero sus maridos no tardaron en prepararse á un viaje comercial; cogieron los mil dinares de sus mujeres para comprar mercaderías, y se marcharon todos juntos, dejándome completamente sola.
Estuvieron ausentes cuatro años, durante los cuales se arruinaron mis cuñados, y después de perder sus mercancías, desaparecieron, abandonando en país extranjero á sus mujeres.
Y mis hermanas pasaron toda clase de miserias y acabaron por llegar á mi casa como unas mendigas. Al ver aquellas dos mendigas, no pude pensar que fuesen mis hermanas, y me alejé de ellas; pero entonces me hablaron, y reconociéndolas, les dije: «¿Qué os ha ocurrido? ¿Cómo os veo en tal estado?» Y respondieron: «¡Oh hermana! Las palabras ya nada remediarían, pues el cálamo corrió por lo que había mandado Alah»<ref>Equivale á «estaba escrito».</ref>. Oyéndolas se conmovió de lástima mi corazón, y las llevé al hammam, poniendo á cada una un traje nuevo, y les dije: «Hermanas mías, sois mayores que yo, y creo justo que ocupéis el lugar de mis padres. Y como la herencia que me tocó, igual que á vosotras, ha sido bendecida por Alah y se ha acrecentado considerablemen-<noinclude>{{línea|4em|align=left}}{{listaref}}</noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|231}}</noinclude>te, comeréis sus frutos conmigo, nuestra vida será respetable y honrosa, y ya no nos separaremos.» Y las retuve en mi casa y en mi corazón.
Y he aquí que las colmé de beneficios, y estuvieron en mi casa durante un año entero, y mis bienes eran sus bienes. Pero un día me dijeron: «Realmente, preferimos el matrimonio, y no podemos pasarnos sin él, pues se ha agotado nuestra paciencia al vernos tan solas.» Yo les contesté: «¡Oh hermanas! Nada bueno podréis encontrar en el matrimonio, pues escasean los hombres honrados. ¿No probasteis el matrimonio ya? ¿Olvidáis lo que os ha proporcionado?»
Pero no me hicieron caso, y se empeñaron en casarse sin mi consentimiento. Entonces les di el dinero para las bodas y les regalé los equipos necesarios. Después se fueron con sus maridos á probar fortuna.
Pero no haría mucho que se habían ido, cuando sus esposos se burlaron de ellas, quitándolas cuanto yo les di y abandonándolas. De nuevo regresaron ambas desnudas á mi casa, y me pidieron mil perdones, diciéndome: «¡No nos regañes, hermana! Cierto que eres la de menos edad de las tres, pero nos aventajas en razón. Te prometemos no volver á pronunciar nunca la palabra «casamiento». Entonces les dije: «¡Oh hermanas mías! Que la acogida en mi casa os sea hospitalaria. A nadie quiero como á vosotras.» Y les di muchos besos, y las traté con mayor generosidad que la primera vez.
{{np}}<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|232|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>Así transcurrió otro año entero, y al terminar éste, pensé fletar una nave cargada de mercancías y marcharme á comerciar á Basrah<ref>Bassora.</ref>. Y efectivamente, dispuse un barco, y lo cargué de mercancías y géneros y de cuanto pudiera necesitarse durante la travesía, y dije á mis hermanas: «¡Oh hermanas! ¿Preferís quedaros en mi casa mientras dure el viaje hasta mi regreso, ó viajar conmigo?» Y me contestaron: «Viajaremos contigo, pues no podríamos soportar tu ausencia.» Entonces las llevé conmigo y partimos todas juntas.
Pero antes de zarpar había cuidado yo de dividir mi dinero en dos partes; cogí la mitad, y la otra la escondí, diciéndome: «Es posible que nos ocurra alguna desgracia en el barco, y si logramos salvar la vida, al regresar, si es que regresamos, encontraremos aquí algo útil.»
Y viajamos día y noche; pero por desgracia, el capitán equivocó la ruta. La corriente nos llevó hasta un mar distinto por completo al que nos dirigíamos. Y nos impulsó un viento muy fuerte, que duró diez días. Entonces divisamos una ciudad en lontananza, y le preguntamos al capitán: «¿Cuál es el nombre de esa ciudad adonde vamos?» Y contestó: «¡Por Alah que no lo sé! Nunca la he visto, pues en mi vida había entrado en este mar. Pero, en fin, lo importante es que estamos por fortuna fuera de peligro. Ahora sólo os queda bajar á la ciudad y ex-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|233}}</noinclude>poner vuestras mercancías. Y si podéis venderlas, os aconsejo que las vendáis.»
Una hora después volvió á acercársenos, y nos dijo: «¡Apresuraos á desembarcar, para ver en esa población las maravillas del Altísimo!»
Entonces desembarcamos, pero apenas hubimos entrado en la ciudad, nos quedamos asombradas. Todos los habitantes estaban convertidos en estatuas de piedra negra. Y sólo ellos habían sufrido esta petrificación, pues en los zocos y en las tiendas aparecían las mercancías en su estado normal, lo mismo que las cosas de oro y plata. Al ver aquello llegamos al límite de la admiración, y nos dijimos: «En verdad que la causa de todo esto debe de ser rarísima.»
Y nos separamos, para recorrer cada cual á su gusto las calles de la ciudad, y recoger por su cuenta cuanto oro, plata y telas preciosas pudiese llevar consigo.
Yo subí á la ciudadela, y vi que allí estaba el palacio del rey. Entré en el palacio por una gran puerta de oro macizo, levanté un gran cortinaje de terciopelo, y advertí que todos los muebles y objetos eran de plata y oro. Y en el patio y en los aposentos, los guardias y chambelanes estaban de pie ó sentados, pero petrificados en vida. Y en la última sala, llena de chambelanes, tenientes y visires, vi al rey sentado en su trono, con un traje tan suntuoso y tan rico, que desconcertaba, y aparecía rodeado de cincuenta mamalik con trajes de seda y<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|238|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>á fines de su vida, cuando traspuso ya el umbral de la vejez. Y fuí criado por él con mucho esmero, y cuando fuí creciendo se me eligió para la verdadera felicidad.
Había en nuestro palacio una anciana musulmana que creía en Alah y en su Enviado, pero ocultaba sus creencias y aparentaba estar conforme con las de mis padres. Mi padre tenía en ella gran confianza, y muy generoso con ella, la colmaba de su generosidad, creyendo que compartía su fe y su religión. Me confió á ella, y le dijo: «Encárgate de su cuidado; enséñale las leyes de nuestra religión del Fuego y dale una educación excelente, atendiéndole en todo.»
Y la vieja se encargó de mí; pero me enseñó la religión del Islam, desde los deberes de la purificación y de las abluciones, hasta las santas fórmulas de la plegaria. Y me enseñó y explicó el Corán en la lengua del Profeta. Y cuando hubo terminado de instruirme, me dijo: «¡Oh hijo mío! Tienes que ocultar estas creencias á tu padre, profesándolas en secreto, porque si no, te mataría.»
Callé, en efecto; y no hacía mucho que había terminado mi instrucción, cuando falleció la santa anciana, repitiéndome su recomendación por última vez. Y seguí en secreto siendo un creyente de Alah y de su Profeta. Pero los habitantes de esta ciudad, obcecados por su rebelión y su ceguera, persistían en la incredulidad. Y un día la voz de un muecín invisible retumbó como el trueno, llegando<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|239}}</noinclude>á los oídos más distantes: «¡Oh vosotros los que habitáis esta ciudad! ¡Renunciad á la adoración del Fuego y de Nardún, y adorad al Rey Único y Poderoso!»
Al oir aquello se sobrecogieron todos y acudieron al palacio del rey, exclamando: «¿Qué voz aterradora es esa que hemos oído? ¡Su amenaza nos asusta!» Pero el rey les dijo: «No os aterréis y seguid firmemente vuestras antiguas creencias.»
Entonces sus corazones se inclinaron á las palabras de mi padre, y no dejaron de profesar la adoración del Fuego. Y siguieron en su error hasta que llegó el aniversario del día en que habían oído la voz por primera vez. Y la voz se hizo oir por segunda vez, y luego por tercera vez, durante tres años seguidos. Pero á pesar de ello, no cesaron en su extravío. Y una mañana, cuando apuntaba el día, la desdicha y la maldición cayeron del cielo y los convirtió en estatuas de piedra negra, corriendo la misma suerte sus caballos y sus mulos, sus camellos y sus ganados. Y de todos sus habitantes fui el único que se salvó de esta desgracia. Porque era el único creyente.
Desde aquel día me consagro á la oración, al ayuno y á la lectura del Corán.
Pero he de confesarte, ¡oh mi honorable dama llena de perfecciones! que ya estoy cansado de esta soledad en que me encuentro, y quisiera tener junto á mí á alguien que me acompañase.»
Entonces le dije:
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|240|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>«¡Oh joven dotado de cualidades! ¿Por qué no vienes conmigo á la ciudad de Bagdad? Allí encontrarás sabios y venerables jeques versados en las leyes y en la religión. En su compañía aumentarás tu ciencia y tus conocimientos de derecho divino, y yo, á pesar de mi rango, seré tu esclava y tu cosa. Poseo numerosa servidumbre, y mía es la nave que hay ahora en el puerto abarrotada de mercancías. El Destino nos arrojó á estas costas para que conociésemos la población y ocasionarnos la presente aventura. La suerte, pues, quiso reunimos.»
Y no dejé de instarle á marchar conmigo, hasta que aceptó mi ruego...»
{{bi|En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.|2em|menor}}
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|-
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|
{{bd|PERO CUANDO LLEGÓ<br>LA 17.ª NOCHE|serif|cursiva|negrita}}
|}
{{bi|Ella dijo:|2em|menor}}
He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Zobeida no dejó de instar al mancebo, y de inspirarle el deseo de seguirla, hasta que éste consintió.
Y ambos no cesaron de conversar, hasta que el sueño cayó sobre ellos. Y la joven Zobeida se acostó<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|241}}</noinclude>entonces y durmió á los pies del príncipe. ¡Y sentía una alegría y una felicidad inmensas!»
Después Zobeida prosiguió de este modo su relato ante el califa Harún Al-Rachid, Giafar y los tres saalik:
«Cuando brilló la mañana nos levantamos, y fuimos á revisar los tesoros, cogiendo los de menos peso, que podían llevarse más fácilmente y tenían más valor. Salimos de la ciudadela y descendimos hacia la ciudad, donde encontramos al capitán y á mis esclavos, que me buscaban desde el día antes. Y se regocijaron mucho al verme, preguntándome el motivo de mi ausencia. Entonces les conté lo que había visto, la historia del joven y la causa de la metamorfosis de los habitantes de la ciudad, con todos sus detalles. Y mi relato les sorprendió mucho.
En cuanto á mis hermanas, apenas me vieron en compañía de aquel joven tan hermoso, envidiaron mi suerte, y llenas de celos, maquinaron secretamente la perfidia contra mí.
Regresamos al barco, y yo era muy feliz, pues mi dicha la aumentaba el cariño del príncipe. Esperamos á que nos fuera propicio el viento, desplegamos las velas y partimos. Y mis hermanas me dijeron un día: «¡Oh hermana! ¿qué te propones con tu amor por ese joven tan hermoso?» Y les contesté: «Mi propósito es que nos casemos.» Y acercándome á él, le declaré: «¡Oh dueño mío! mi deseo es con-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|242|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>vertirme en cosa tuya. Te ruego que no me rechaces.» Y entonces me respondió: «Escucho y obedezco.» Al oirlo, me volví hacia mis hermanas y les dije: «No quiero más bienes que á este hombre. Desde ahora todas mis riquezas pasan á ser de vuestra propiedad.» Y me contestaron: «Tu voluntad es nuestro gusto.» Pero se reservaban la traición y el daño.
Continuamos navegando con viento favorable, y salimos del mar del Terror, entrando en el de la Seguridad. Aún navegamos por él algunos días, hasta llegar cerca de la ciudad de Basrah, cuyos edificios se divisaban á lo lejos. Pero nos sorprendió la noche, hubimos de parar la nave y no tardamos en dormirnos.
Durante nuestro sueño se levantaron mis hermanas, y cogiéndonos á mí y al joven, nos echaron al agua. Y el mancebo, como no sabía nadar, se ahogó, pues estaba escrito por Alah que figuraría en el número de los mártires. En cuanto á mí, estaba escrito que me salvaría, pues apenas caí al agua, Alah me benefició con un madero, en el cual cabalgué, y con el cual me arrastró el oleaje hasta la playa de una isla próxima. Puse á secar mis vestiduras, pasé allí la noche, y no bien amaneció, eché á andar en busca de un camino. Y encontré un camino en el cual había huellas de pasos de seres humanos, hijos de Adán. Este camino comenzaba en la playa y se internaba en la isla. Entonces, después de ponerme los vestidos ya secos, lo seguí hasta llegar á la ori-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|246|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>{{bi|
¡Vieja de mal agüero! ¡Si la viese Eblis, le enseñaría todos los fraudes sin tener que hablar, pues bastaría con el silencio únicamente! ¡Podría desenredar á mil mulos que se hubieran enredado en una telaraña, y no rompería la tela!<br />
¡Sabe echar sortilegios y cometer todos los horrores: le ha hecho cosquillas en el ano á una niña; cohabitó con un adolescente; ha fornicado con una mujer madura, y excitó hasta lo increíble á una anciana!
|cursiva}}
La vieja me saludó y me dijo: «¡Oh señora llena de gracias y cualidades! Tengo en mi casa á una joven huérfana que se casa esta noche. Y vengo á rogarte (¡Alah otorgará la recompensa á tu bondad!) que te dignes honrarnos asistiendo á la boda de esta pobre doncella tan afligida y tan humilde, que no conoce á nadie en esta ciudad y sólo cuenta con la protección del Altísimo.» Y después la vieja se echó á llorar y comenzó á besarme los pies. Yo, que no conocía su perfidia, sentí lástima de ella, y le dije: «Escucho y obedezco.» Entonces dijo: «Ahora me ausento, con tu venia, y entretanto vístete, pues al anochecer volveré á buscarte.» Y besándome la mano, se marchó.
Fuí entonces al hammam y me perfumé; después elegí el más hermoso de mis diez trajes nuevos, me adorné con mi hermoso collar de perlas, mis brazaletes, mis ajorcas y todas mis joyas, y me puse un gran velo azul de seda y oro, el cinturón de brocado y el velillo para la cara, luego de prolongar-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|246|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>{{bi|
¡Vieja de mal agüero! ¡Si la viese Eblis, le enseñaría todos los fraudes sin tener que hablar, pues bastaría con el silencio únicamente! ¡Podría desenredar á mil mulos que se hubieran enredado en una telaraña, y no rompería la tela!<br />
¡Sabe echar sortilegios y cometer todos los horrores: le ha hecho cosquillas en el ano á una niña; cohabitó con un adolescente; ha fornicado con una mujer madura, y excitó hasta lo increíble á una anciana!
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La vieja me saludó y me dijo: «¡Oh señora llena de gracias y cualidades! Tengo en mi casa á una joven huérfana que se casa esta noche. Y vengo á rogarte (¡Alah otorgará la recompensa á tu bondad!) que te dignes honrarnos asistiendo á la boda de esta pobre doncella tan afligida y tan humilde, que no conoce á nadie en esta ciudad y sólo cuenta con la protección del Altísimo.» Y después la vieja se echó á llorar y comenzó á besarme los pies. Yo, que no conocía su perfidia, sentí lástima de ella, y le dije: «Escucho y obedezco.» Entonces dijo: «Ahora me ausento, con tu venia, y entretanto vístete, pues al anochecer volveré á buscarte.» Y besándome la mano, se marchó.
Fuí entonces al hammam y me perfumé; después elegí el más hermoso de mis diez trajes nuevos, me adorné con mi hermoso collar de perlas, mis brazaletes, mis ajorcas y todas mis joyas, y me puse un gran velo azul de seda y oro, el cinturón de brocado y el velillo para la cara, luego de prolongar-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|246|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>{{bi|
¡Vieja de mal agüero! ¡Si la viese Eblis, le enseñaría todos los fraudes sin tener que hablar, pues bastaría con el silencio únicamente! ¡Podría desenredar á mil mulos que se hubieran enredado en una telaraña, y no rompería la tela!<br />
<br />
¡Sabe echar sortilegios y cometer todos los horrores: le ha hecho cosquillas en el ano á una niña; cohabitó con un adolescente; ha fornicado con una mujer madura, y excitó hasta lo increíble á una anciana!
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La vieja me saludó y me dijo: «¡Oh señora llena de gracias y cualidades! Tengo en mi casa á una joven huérfana que se casa esta noche. Y vengo á rogarte (¡Alah otorgará la recompensa á tu bondad!) que te dignes honrarnos asistiendo á la boda de esta pobre doncella tan afligida y tan humilde, que no conoce á nadie en esta ciudad y sólo cuenta con la protección del Altísimo.» Y después la vieja se echó á llorar y comenzó á besarme los pies. Yo, que no conocía su perfidia, sentí lástima de ella, y le dije: «Escucho y obedezco.» Entonces dijo: «Ahora me ausento, con tu venia, y entretanto vístete, pues al anochecer volveré á buscarte.» Y besándome la mano, se marchó.
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|247}}</noinclude>me los ojos con khol. Y he aquí que volvió la vieja y me dijo: «¡Oh señora mía! ya está la casa llena de damas, parientes del esposo, que son las más linajudas de la ciudad. Les avisé de tu segura llegada, se alegraron mucho, y te esperan con impaciencia.» Llevé conmigo algunas de mis esclavas, y salimos todas, andando hasta llegar á una calle ancha y bien regada, en la que soplaba fresca brisa. Y vimos un gran pórtico de mármol con una cúpula monumental de mármol y sostenida por arcadas. Y desde aquel pórtico vimos el interior de un palacio tan alto, que parecía tocar las nubes. Penetramos, y llegadas á la puerta, la vieja llamó y nos abrieron. Y á la entrada encontramos un corredor revestido de tapices y colgaduras. Colgaban del artesonado lámparas de colores encendidas, y en las paredes había candelabros encendidos también y objetos de oro y plata, joyas y armas de metales preciosos. Atravesamos este corredor, y llegamos á una sala tan maravillosa, que sería inútil describirla.
En medio de la sala, que estaba tapizada con sedas, aparecía un lecho de mármol incrustado de perlas y cubierto con un mosquitero de raso.
Entonces vimos salir del lecho una joven tan bella como la luna. Y me dijo: «¡Marhaba! ¡Ahlan! ¡Ua sahlan! ¡Oh hermana mía, nos haces el mayor honor humano! ¡Anastina!<ref>''Marhaba'', ''ahlan'', ''ua sahlan'' y ''anastina'', son saludos de bienvenida, que no se pueden traducir literalmente. Vienen á significar: «¡Que nuestra acogida te sea cordial, amistosa y fácil!»</ref>. ¡Eres nuestro dulce<noinclude>{{línea|4em|align=left}}{{listaref}}</noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|248|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>consuelo, nuestro orgullo! Y para honrarme, recitó estos versos del poeta:
{{bi|¡Si las piedras de la casa hubiesen sabido la visita de huésped tan encantador, se habrían alegrado en extremo, inclinándose ante la huella de tus pasos para anunciarse la buena nueva!
¡Y exclamarían en su lengua: «¡Ahlan! ¡Ua sahlan! ¡Honor á las personas adornadas de grandeza y de generosidad!»
|cursiva}}
Luego se sentó, y me dijo: «¡Oh hermana mía! He de anunciarte que tengo un hermano, que te vió cierto día en una boda. Y este joven es muy gentil y mucho más hermoso que yo. Y desde aquella noche te ama con todos los impulsos de un corazón enamorado y ardiente. Y él es quien ha dado dinero á la vieja para que fuese á tu casa y te trajese aquí con el pretexto que ha inventado. Y ha hecho todo esto para encontrarte en mi casa, pues mi hermano no tiene otro deseo que casarse contigo este año bendecido por Alah y por su Enviado. Y no debe avergonzarse de estas cosas, porque son lícitas.»
Cuando oí tales palabras y me vi conocida y estimada en aquella mansión, le dije á la joven: «Escucho y obedezco.» Entonces, mostrando una gran alegría, dió varias palmadas. Y á esta señal, se abrió una puerta y entró un joven como la luna, según dijo el poeta:
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|249}}</noinclude>{{bi|
¡Ha llegado á tal grado de hermosura, que se ha convertido en una obra verdaderamente digna del Creador! ¡Una joya que es realmente la gloria del orfebre que hubo de cincelarla!
¡Ha llegado á la misma perfección de la belleza! ¡No te asombres si enloquece de amor á todos los humanos!
¡Su hermosura resplandece á la vista, por estar inscrita en sus facciones! ¡Juro que no hay nadie más bello que él!
|cursiva}}
Al verle, se predispuso mi corazón en favor suyo. Entonces el joven avanzó y fué á sentarse junto á su hermana, y en seguida entró el kadí con cuatro testigos, que saludaron y se sentaron. Después el kadí escribió mi contrato de matrimonio con aquel joven, los testigos estamparon sus sellos, y se fueron todos.
Entonces el joven se me acercó, y me dijo: «¡Sea nuestra noche una noche bendita!» Y luego añadió: «¡Oh señora mía! quisiera imponerte una condición.» Yo le contesté: «Habla, dueño mío. ¿Qué condición es esa?» Entonces se incorporó, trajo el Libro Sagrado, y me dijo: «Vas á jurar por el Corán que nunca elegirás á otro mas que á mí, ni sentirás inclinación hacia otro.» Y yo juré observar la condición aquella. Al oirme mostróse muy contento, me echó al cuello los brazos, y sentí que su amor me penetraba en las entrañas y hasta el fondo de mi corazón.
En seguida los esclavos pusieron la mesa, y co-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|258|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>contó su historia y yo le conté la mía, después de los acostumbrados saludos. Y mi hermana Zobeida me dijo: «¡Oh hermana mía! nadie está libre de las desgracias de la suerte. ¡Pero gracias á Alah, ambas vivimos aún! ¡Permanezcamos juntas desde ahora! ¡Y sobre todo, que no se pronuncie siquiera la palabra «matrimonio»!
Y nuestra hermana Fahima vive con nosotras. Tiene el cargo de proveedora, y baja al zoco todos los días para comprar cuanto necesitamos; yo tengo la misión de abrir la puerta á los que llaman y de recibir á nuestros convidados, y Zobeida, nuestra hermana mayor, corre con el peso de la casa.
Y así hemos vivido muy á gusto, sin hombres, hasta que Fahima nos trajo al mandadero cargado con una gran cantidad de cosas, y le invitamos á descansar en casa un momento. Y entonces entraron los tres saalik, que nos contaron sus historias, y en seguida vosotros, vestidos de mercaderes. Ya sabes, pues, lo que ocurrió y cómo nos han traído á tu poder, ¡oh Príncipe de los Creyentes!
¡Esta es mi historia!»
Entonces el califa quedó profundamente maravillado, y...
{{bi|En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.|2em|menor}}
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text/x-wiki
<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp||HISTORIA DEL MANDADERO...|259}}</noinclude>{| align=center width=400px
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{{bd|PERO CUANDO LLEGÓ<br>LA 18.ª NOCHE|serif|cursiva|negrita}}
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{{bi|Ella dijo:|2em|menor}}
He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que el califa Harún Al-Rachid quedó maravilladísimo al oir las historias de las dos jóvenes Zobeida y Amina, que estaban ante él con su hermana Fahima, las dos perras negras y los tres saalik, y dispuso que ambas historias, así como las de los tres saalik, fuesen escritas por los escribas de palacio con buena y esmerada letra, para conservar los manuscritos en sus archivos.
En seguida dijo á la joven Zobeida: «Y después, ¡oh mi noble señora! ¿no has vuelto á saber nada de la efrita que encantó á tus hermanas bajo la forma de estas dos perras?» Y Zobeida repuso: «Podría saberlo, ¡oh Emir de los Creyentes! pues me entregó un mechón de sus cabellos, y me dijo: «Cuando me necesites, quema un cabello de estos y me presentaré, por muy lejos que me halle, aunque estuviese detrás del Cáucaso.» Entonces el califa le dijo: «¡Dame uno de esos cabellos!» Y Zobeida le entregó el mechón, y el califa cogió un cabello y lo quemó. Y apenas hubo de notarse el olor á pelo chamuscado, se estremeció todo el palacio con una violenta sacudida, y la efrita surgió de pronto en<noinclude></noinclude>
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text/x-wiki
<noinclude><pagequality level="4" user="The Eloquent Peasant" />{{cp|260|LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE}}</noinclude>forma de mujer ricamente vestida. Y como era musulmana, no dejó de decir al califa: «La paz sea contigo, ¡oh Vicario de Alah!» Y el califa le contestó: «¡Y desciendan sobre ti la paz, la misericordia de Alah y sus bendiciones!» Entonces ella le dijo: «Sabe, ¡oh Príncipe de los Creyentes! que esta joven, que me ha llamado por deseo tuyo, me hizo un gran favor, y la semilla que en mí sembró siempre germinará, porque jamás he de agradecerle bastante los beneficios que la debo. A sus hermanas las convertí en perras, y no las maté para no ocasionarla á ella mayor sentimiento. Ahora, si tú, ¡oh Príncipe de los Creyentes! deseas que las desencante, lo haré por consideración á ambos, pues no has de olvidar que soy musulmana.» Entonces el califa dijo: «En verdad que deseo las libertes, y luego estudiaremos el caso de la joven azotada, y si compruebo la certeza de su narración, tomaré su defensa y la vengaré de quien la ha castigado con tanta injusticia.» Entonces la efrita dijo: «¡Oh Emir de los Creyentes! dentro de un instante te indicaré quién trató así á la joven Amina, quedándose con sus riquezas. Pero sabe que es el más cercano á ti entre los humanos.»
Y la efrita cogió una vasija de agua, é hizo sobre ella sus conjuros, rociando después á las dos perras y diciéndoles: «¡Recobrad inmediatamente vuestra primitiva forma humana!» Y al momento se transformaron las dos perras en dos jóvenes tan hermosas que honraban á quien las creó.
{{np}}<noinclude></noinclude>
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Índice:Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena i de las predisposiciones patolójicas propias del sexo.pdf
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Ignacio Rodríguez
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Epítome de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo: Libro noveno
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'''☙ LIBRO NOVENO ❧'''
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Filipo venido en la Grecia y convidado en el despojo de algunas pocas ciudades pequeñas, conjeturando cuán grandes debían ser las riquezas de todas las demás que restaban, determinó hacer la guerra a toda Grecia, para lo cual pensó le convenía mucho reducir primero a su poder y sujeción la ciudad de Bizancio; que ahora se llama Constantinopla, que era muy noble, y por estar cerca del mar parecía que podría tener en ella una escala y acogimiento para sus gentes por mar y por tierra. Con este propósito partió para allá con su ejército, y como le cerraron las puertas, puso cerco en derredor. Porque esta ciudad fue edificada primero por Pausanias; rey de los espartanos, y poseída por él siete años. Después, variando la victoria, unas veces fue tenida y ocupada por los lacedemonios y otras por los atenienses, y el ser ella incierta y dudosa en la posesión, hizo que ninguno la ayudase como suya. Y, por tanto, defendió más constantemente su libertad, hasta que el rey Filipo, desgastado y venido en necesidad de dinero, acordó con robar por la mar.
<hr>
Y habidas en su poder ciento setenta naos cargadas de mercancías, las vendió, y se reparó de la necesidad que le aquejaba. Después por no tener tan grande ejército ocupado en el cerco de una sola ciudad, partido de allí con los más fuertes de los suyos, conquistó y ganó muchas ciudades del Quersoneso; y mandó llamar a su hijo Alejandro que tenía entonces dieciocho años, para que debajo de la capitanía del padre, hiciese los primeros ejercicios de la guerra.
Partió también para la Escitia con deseo de robar, para rehacer a manera de negociante los gastos de una guerra con el despojo de la otra. Era a la sazón rey de la Escitia, Ateas, el cual aquejado y fatigado con la guerra que tenía contra Istria, envió a pedir socorro al rey Filipo por medio de los apoloneses, diciendo que lo adoptaría por sucesor del reino de los Escitas, pero en tanto murió el rey de los istrianos, y como Ateas quedó libre del miedo de la guerra, y de la necesidad de ayuda, vueltos a enviar los macedonios que en su socorro vinieron, mandó decir que ni él había pedido su ayuda, ni prometido la adopción, que ni los escitas tenían necesidad que los macedonios los vengasen, pues eran mejores que ellos, ni le faltaba heredero a él mientras su hijo viviese. Oídas estas cosas, el rey Filipo envió sus embajadores a Ateas, pidiendo le ayudase para el coste de aquel cerco en que estaba, porque no fuese forzado con pobreza a dejarlo; diciendo que lo debía hacer de buena gana, pues que habiendo el enviado sus gentes
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en su socorro, no solo les había pagado el gasto, pero ni hecho el buena obra alguna. Ateas respondió quejándose de la asperidad del aire y esterilidad de la tierra, que no solo no enriqueciese a los escitas, sino que aun apenas les da los mantenimientos necesarios. A cuya causa no tenían riquezas para poder cumplir la necesidad de tan grande rey y señor. Por tanto, rogaba le perdonase porque por mejor tenía negárselo todo que querer hacer cumplimiento con poco. Y le hacía saber que los escitas eran preciados por la virtud del ánimo y dureza del cuerpo y no por las haciendas. Con la cual respuesta Filipo, teniéndose por escarnecido levantando el cerco de Constantinopla comenzó las guerras de Escitia enviando delante unos embajadores para asegurar los enemigos. Con los embajadores enviaba a decir a Ateas que en el cerco de Constantinopla había hecho voto y prometido una estatua a Hércules, la cual él quería poner en la boca del río Istro. Por tanto, le rogaba le dejase venir a cumplir su voto en paz, y como amigo. Ateas le respondió que, si quería cumplir el voto, le enviase la estatua que él le prometía no solo ponerla, sino que quedaría allí intacta y entera para siempre, más que con ejército le perdonase porque no le consentiría entrar en los términos de su reino, y que, si contra la voluntad de los escitas ponía la estatua, el salido luego la quitaría y volvería el hierro de ella en casquillos de saetas. Por tal vía encendidos y airados los unos y los otros se trabó entre ellos la
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guerra; y venidos en pelea, aunque los escitas eran de grande esfuerzo y virtud fueron vencidos por la astucia de Filipo. La presa que ende hubo fue grande; tomó cautivos venté mil entre muchachos y mujeres, puesto que oro ni plata ninguno hubo, donde bien se vio la pobreza y falta de la Escitia. Tomo si otro grandísimo número de ganados, de los cuales envió vente mil yeguas de casta a Macedonia para hacer generación. Mas cuando ya daba la vuelta con todo el robo, de los triviales pueblos de la misma Escitia salieron contra el diciendo que juraban no darle paso si no les daban parte del despojo que traía. Sobre esto se levantó entre ellos contienda y grande pelea en la cual fue llagado Filipo en un muslo con una flecha de tal forma que pasado el muslo la saeta, atravesó también el caballo y lo mato. Por donde los suyos, pensando que ya estaba muerto, desamparándolo huyeron, y de esta manera los despojos de los escitas fueron para los macedonios abominables y tristes.
Convalecido y sano Filipo de aquella llaga, en la hora movió guerra contra Atenas, lo cual muchos días había tenido en propósito puesto que lo disimulaba por cuya causa los de Tebas temiendo que vencidos los atenienses luego la guerra se volviera contra ellos, se juntaron con los atenienses y hecha compañía entre estas dos ciudades que antes eran muy enemigas comenzaron a amonestar y requerir toda la Grecia con embajadas diciendo que aquel era enemigo común de todos
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y que por tanto con las fuerzas de todos le habían de resistir y echar de la tierra porque sabían cierto que no había de cesar Filipo si la primera jornada bien le sucedía hasta sujetar toda la Grecia. Por esta vía movidas algunas ciudades se juntaron con los atenienses y otras con miedo se aliaron a Filipo. En fin, que, venidos en batalla, los atenienses fueron mucho más en número, más como los macedonios estaban endurecidos en el continuo uso y ejercicio de la guerra, los atenienses fueron vencidos. Dado que pelearon tan esforzadamente, el mismo lugar que los capitanes les habían dado para defender, en el mismo murieron. Porque donde los pies habían estado, allí quedó el cuerpo, todos en muchas partes llagados por delante, más ninguno por la espalda. En este día fue el cabo y fin de toda la gloria del señorío de Grecia y juntamente de la libertad antigua. Filipo disimulo muy astutamente la alegría de la victoria, porque ni hizo sacrificios como solía, ni se rio en los convites, ni mando hacer juegos durante el comer, ni tomo coronas ni ungüentos como acostumbraban a hacer los que vencían. Por manera que cuanto en él fue de tal manera se hubo que ninguno conociera del ser vencedor y no consintió que le llamasen rey de Grecia, sino capitán y de tal suerte se templó entre la alegría callada y secreta de los suyos y el dolor de los contrarios, que ni con los unos se mostró gozoso, ni con los otros demasiado soberbio. A los atenienses que habían sido siempre sus mayores enemigos,
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perdonó a los cautivos y consintió que se enterrasen a los muertos, amonestando le llevasen las cenizas y reliquias a los monumentos y sepultura de sus padres. Además de esto envió a su hijo Alejandro acompañado por su amigo Antípatro a Atenas para que hiciesen amistad con los atenienses. Con los tebanos fue más áspero; no sólo vendió a los cautivos, sino que les negó el consentimiento para enterrar sus muertos. De los principales de la ciudad, a unos degolló y a otros envió al destierro y les tomo sus haciendas. Estaban a la sazón desterrados de Tebas algunos ciudadanos por cosas que habían hecho en daño de la república. A estos Filipo no solamente los restituyo, más aún puso trescientos de ellos por jueces y regidores de la ciudad. Los cuales, después renovando pasiones pasadas, acusaron a cinco principales de los que los habían desterrado diciendo haberlo hecho contra justicia. Las cuales fueron de tanta constancia, que confesaron ellos haber sido autores de su destierro y no solo esto, también añadieron que mejor había labrado la república en echarlos que en tenerlos. Maravillosa osadía de hombres, por cierto, que tan libremente sentencian y decían su parecer contra aquellos que eran puestos por jueces de su vida y muerte, y que la libertad de obra que no tenían la tomaban en las palabras.
Asentadas y ordenadas las cosas de Filipo, mando que todas las ciudades de Grecia viniesen, y se allegasen en Corinto embajadores y procuradores
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para averiguar el estado de las cosas presentes. Allí estableció leyes de paz en toda Grecia con cada ciudad según sus méritos y de todos escogió e hizo un concilio a manera de senado. Solo los lacedemonios menospreciaron al rey y la ley diciendo que aquella era más servidumbre que paz, pues no era por conveniencia y concierto de las mismas ciudades, sino por mandato del vencedor. También señalo la ayuda que cada ciudad le había de dar cuando él la hiciese a otros. Y en el concierto que hacía, bien mostraba que este aparato y munición se enderezaba contra el imperio de los persas. Era la suma de los que pedía hasta doscientos mil peones y quince mil jinetes. Más allá de estos le restaba el ejército de los macedonios y todas las gentes bárbaras vecinas y comarcanas que había sojuzgado. Así fue que en el principio del verano envió tres capitanes al Asia a la tierra de los persas. Estos fueron, Parmenión, Amintas y Atalo. De este Atalo había tomado Filipo en aquellos días una hermana. Era esta Olimpia, la madre de Alejandro; la cual había sido dejada anteriormente por sospecha de adulterio. Y entre tanto que la gente de la ayuda de los griegos llegaba, quiso celebrar las bodas de Cleopatra su hija con Alejandro; a quien él había hecho rey de Epiro. En esta fiesta había muy grandes aparatos como convenia a la grandeza de dos reyes tan grandes, así del que casaba a su hija, como del que la tomaba por mujer. Donde no faltaba gran magnificencia de juegos. A los cuales se sentó a mirar Filipo sin ninguna gente de
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guardia, sino sólo entre los dos Alejandro, que eran hijo y yerno, y aconteció que un mancebo llamado Pausanias; de los más nobles de Macedonia, de quien ninguna sospecha ni recelo se tenía, como lo vio allí ocupado en la estrechura de los asientos, pasando por delante de él, alzada su espada lo mató, e hizo que el día deputado para placeres y fiestas, fuese lleno de lágrimas y lutos. Y la causa que movió a Pausanias a matar a Filipo, fue porque este mancebo siendo muchacho había sido corrompido por Atalo. Sobre la cual fealdad vino otra, que Atalo llevándole a un convite después de harto y lleno de vino como si fuera una vil ramera le puso no solo para excitar su lujuria, sino aun la de los otros convidados, y le hizo ser escarnio y juego entre todos sus iguales. Pausanias agraviado de esto se quejó al rey Filipo, el cual no solo no le vengo, sino antes se reía y se burlaba de él. Pues ahora como vio que sobre todo Atalo su contrario, en lugar de ser castigado, había sido honrado con la nueva capitanía que le era dada, convirtió la ira contra Filipo y la venganza que del enemigo no pudo obtener, quiso tomarla del mal juez. Se cree también que era enviado por Olimpia; madre de Alejandro, y que el mismo Alejandro era conocedor de esto. Y da ocasión de afirmarlo, conocer que no menos se dolía Olimpia de ser repudiada, que Pausanias del rapto que se le había hecho, y que Alejandro también temió que los hijos de la madrastra querrían competir con él en el reino. Y de aquí vino que, en un convite, hubo palabras primero con
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Atalo y después con su padre, tanto que Filipo sacó la espada contra él y lo hubiera matado si no fuera por los ruegos de sus amigos. Por la cual causa Alejandro se fue junto a su madre a Epiro a ver a su tío, y desde allí a los reyes de los ilirios, donde apenas quiso perder la ira llamándolo su padre, y no volvería, sino compelido por los ruegos de sus parientes. Olimpia también sobornaba a su hermano Alejandro, rey de Epiro, para que hiciese la guerra a Filipo, y todavía lo atrajera a ello si Filipo no le ocupara con hacerle yerno dándole la hija. Así que, con estos compañeros de ira, quejándose Pausanias como su injuria había quedado sin castigo, se cree que lo impelieron a que cometiese tan gran hazaña. A lo menos esto bien se sabe que Olimpia le tenía aparejados caballos en qué huir y que ella, oída la muerte del rey como vino a las exequias debajo del título y nombre de piedad y de oficio caritativo, en la misma noche puso en la cabeza a Pausanias; que estaba colgado en una horca, una corona de oro, la cual siendo Alejandro su hijo, vio nadie se atreviera a hacerlo sino solo ella. Otro si dende a poco quitado el cuerpo de la horca y quemado cogió las reliquias y puestas en su vaso las encerró en un sepulcro que le hizo, haciendo sus exequias y atrayendo al pueblo con ciertas supersticiones y so color de religión a que cada año las celebrasen. Después de esto tomó a Cleopatra; que así se llamaba también aquella hermana de Atalo por quien Filipo la había dejado, y teniendo
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en brazos una niña hija suya que había habido del mismo Filipo se la mato y a ella persiguió hasta que la hizo que tomada una soga se ahorcase y después se gozó de verla colgada viendo que no la había podido matar como quería. Al fin de todo, tomó la espada con la que el rey fuera muerto y la consagró en un templo de Apolo debajo del nombre de Mirtalis; porque así se había llamado la misma Olimpia siendo niña. Lo cual todo se hizo tan manifiesto y público, que parecía que tenía Olimpia temor que de otra manera no supieran que ella lo hacía. Murió Filipo de cuarenta y siete años, reinó veinticinco, tuvo de una mujer bailarina llamada Filina un hijo llamado Arrideo, el cual reinó después de Alejandro. Otros muchos hijos tuvo también de diversas mujeres como es costumbre de reyes; los cuales una parte por su hado, y la otra parte por cuchillo murieron todos. Fue rey más dado al apartó de las armas que de los convites. Tenía por grandes riquezas los instrumentos de guerra. Más codicioso en ganar la hacienda que en conservarla de tal manera que robando siempre, siempre estaba pobre. La misericordia y perfidia en él estaban en un peso. Ninguna manera de vencer tenía por fea, era blando y engañoso en sus palabras, más largo en prometer que en dar. Para burlas y veras muy diestro, no sabía tener amistad, sino por amistad fingía amar al que tenía odio. Holgaba de sembrar discordia entre los amigos.
<hr>
Quería la gracia de entre ambas partes. Sobre esto era elocuente. Su oración llena de agudezas y diligencia de tal manera que con el ornato tenía facilidad y con la invención ornato. Tras el sucedió su hijo Alejandro que en virtudes y vicios fue mayor que su padre. Muy diversas maneras tuvieron de vencer entre sí. El uno trataba las guerras por engaños y acechanza y el otro por la fuerza manifiesta. El uno gozaba en engañar a los enemigos, el otro con vencerlos en el campo desbaratados. El padre era más sagaz y de más consejo, el hijo de ánimo más magnífico. El padre sabía disimular y vencer la ira, el hijo encendido no sabía dilatar la venganza, ni tener medida en ella. El uno y el otro amigos del vino, pero después de haber hecho excesos en el beber tenían diversos vicios. Filipo tenía por costumbre después del convite ir contra los enemigos y pelear con ellos y ofrecerse temerariamente al peligro. Alejandro no contra los enemigos sino contra los suyos se encruelecía. Por donde el padre volvió muchas veces llagado de la pelea, el hijo salió de los convites ensuciado con la sangre de sus amigos. El uno quería reinar con los amigos, el otro tener mando e imperio sobre ellos. El padre quería ser amado, el hijo temido. A las letras igualmente dados y semejantes. El padre tenía más industria y diligencia, el hijo más fe. Filipo era más templado en las palabras,
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Alejandro en las obras. Para perdonar a los vencidos más aparejado el hijo. El padre más dado a la templanza, el hijo a excesivo desorden y liberalidad. Con las cuales artes, el padre hecho los fundamentos para haber el imperio del mundo, el hijo lo consumo y hubo la gloria de toda la obra.
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Epítome de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo: Libro décimo
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'''☙ LIBRO DÉCIMO ❧'''
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Artajerjes, rey de los persas tuvo ciento quince hijos, los cuales tuvo de sus amantes y concubinas y solo tres fueron de legítimo matrimonio, que fueron, Darío, Ariaspes y Oco. De estos tres, en vida hizo rey a Darío, por el gran amor que le tenía; aunque fue contra la costumbre de los persas, que no suelen mudar el rey sino por muerte. Y esto hizo porque creía no ser quitado a él lo que a su hijo dejaba. Y teniendo por cierto que recibiría mucho más gozo de haber engendrado, siendo el vivo ver rey a su hijo. Pero Darío después olvidado y pospuesto, aquel nuevo y grande ejemplo de piedad, de que el padre con grande amor que le tenía usó con él se lo pago con demasiada ingratitud. Porque luego propuso en su corazón de matar al padre. Y la verdad la maldad de sí mismo fuera muy grande si solo pensara y acometiera hacer aquel parricidio, más se hizo muy mayor porque hizo participantes de ello y parricidas a cincuenta hermanos suyos. Que aún parece cosa monstruosa haber tantos
<hr>
convenido en consentimiento de una tal hazaña y concertado todos unos con otros y que todos pudiesen guardar silencio y que no se hallase uno entre cincuenta hijos que se moviese ni retractase de tan gran crueldad, por la majestad del ser padre, o por la honra y acatamiento que se le debía por ser por cómo era viejo, o por el amor paternal. ¿Como? ¿Qué tan vil debía de ser, y en tan poco tenido en cuenta el nombre de padre entre tanta muchedumbre de hijos, que halla hallado su padre más peligro y acechanzas entre aquellos que le habían de defender y hacer seguro contra todos los enemigos que en los mismos enemigos? Cuanto más que la causa de parricidio fue más fea que el mismo parricidio, la cual tuvo este principio. Muerto Ciro en la guerra que tuvo con su hermano; que arriba se hace mención, el rey Artajerjes tomó por mujer una concubina o manceba suya llamada Aspasia; la cual le pedía Darío que se la diese también como el reino, y al principio con la mucha afición que a los hijos tenía, dijo que le placía. Después arrepentido, por no tener algún color de no dar lo que tan considerablemente había prometido la hizo sacerdotisa del sol; en el que el oficio era mantener y guardar perpetuamente castidad. De lo cual enojado el hijo lo primero que hizo, fue comenzar a reñir de palabra con el padre, y de hay a poco después hecha conjuración con los hermanos entre tanto que andaba poniendo asechanzas al padre, fue tomado en la traición juntamente con los compañeros y muerto,
<hr>
queriendo los dioses vengar la injuria paternal, con todos ellos y sus mujeres e hijos porque no quedase rastro de tan ingratos hijos ni señal de tan gran maldad. Dende a poco tiempo murió Artajerjes de una enfermedad que cobró del dolor de este hecho; y fue la verdad más dichoso en cuanto rey, que en cuanto padre. La sucesión del reino fue dada a Oco, el cual temiendo otra conjura contra él, hincho la casa y palacio real de sus parientes y hermanos muertos, y de otros príncipes de la tierra, sin tener respeto ni misericordia del sexo femenino, ni de la edad, movido a hacerlo así por la ventura de no ser menos parricida que sus hermanos; y de esta manera casi purificado el reino, movió guerra contra Armenia, en la cual hubo uno de los armenios que desafiaba a batalla de uno por uno a cualquiera de los persas; y con favor y consentimiento de todos salió uno llamado Codamano. Y se hubo también que muerto el enemigo, restituyo la victoria y juntamente la honra a los suyos, que casi la tenían perdida. Por este buen hecho Codamano fue hecho gobernador de los armenios. Y de hay a poco tiempo, muerto Oco, acordándose el pueblo de la virtud pasada que en la guerra había mostrado, fue elegido por rey de los persas. Y porque no pareciese que nada de la majestad real le faltaba, lo llamaron Darío de hay en adelante. Este Darío después hizo guerra mucho tiempo
<hr>
contra Alejandro Magno, mostrándose varia la fortuna a todas partes. Pero al fin fue vencido por Alejandro y muerto por sus propios parientes y vasallos; poniendo fin en su vida y en el reino de los persas, que con el feneció.
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Autor:Alonso Martin
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<noinclude><pagequality level="3" user="Ignacio Rodríguez" />{{CP|||3}}</noinclude>❧ Epistola proemial del autor dela Caualleria Celestial al beneuolo lector.
Tan estragados estan los gustos de nuestrostiepos, letor piadoso, por el'acidete de frialdad, q el estoma go dela charidad padece, y tá acos tubrados alos terrenos manjares, para saberles bien la comida espiritual, que siendo dulce y prouechosa viáda la leccion dela diuina escriptura, le dá de mano, y la dexá por desabrida. Admité el pasto delas letras profanas por sabroso, y alabanlo por delicado. Consi derando, q tambien me yuaal hilo delos gustatiuos dellas, para caer enel atolladero de su engaño, como ciego por ciegos guiado: y conociendo, que el potaje del moderno sermon, de q nos auiso el ve terano cauallero Pablo, me halagaua el desleo de mis orejas, di buelta sobre mi pensamiéto: y dialo gando conel, determine de escotar el tiepo q enlas comidas de vanas lecciones auia gastado, con emplear el que me sobra enla descripcion desta verda dera historia. Suplico al Padre delas misericordias imméso, por Abrahá figurado, q embie algun auiso de su gracia alos que la leyeren y a mi, paraq sa biendo los bocados amargos q deuen gustar, los q siédo Epicureos delas humanas letras, se há perdi do tras ellas, dexemos la gula del rico auariento, y tomemos la teplança de Lazaro, para có tieto nos aplicar alas escripturas diuinas, pues ellas son el mã-<noinclude></noinclude>
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Ad lectorem.
<poem>
Ac veluti prudens medicus qui contegit auro,
Quiue austera nimis pharmacamelle linit,
Haud secus hic austera quidem, sed plena salutis,
Sub specie belli mystica sacra canit.
Horrida sunt nimium, fateor, nec grata quibusvis
Prælia, queq; animus vel meminisse tremit,
Sed sua quosq; iuuant, animosis scriptus Iberis
Non aliter poterat gratior esse liber.
Illecebris alijs alios pertraxeris, ast hos
Nilmage quam Martis claßica rauca trahunt.
Ergo dolo hoc lector fruere, & dum pronus ad arina
Fortia fatalegis, dogmata sancta bibe.
</poem>
<poem>
Soneto de Iuan Hieronymo Aunes en comendacion dela Caualleria Celestial dela Rosa Fragante.
</poem>
<poem>
Impacos se nombraron los Despaña
Caldayco fue el autor que lo screuia
nombre les dio que bien les conuenia
por su valor y grande esfuerço, y maña;
Belligeros y fuertes fuerça y saña
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Ac veluti prudens medicus qui contegit auro,
Quiue austera nimis pharmacamelle linit,
Haud secus hic austera quidem, sed plena salutis,
Sub specie belli mystica sacra canit.
Horrida sunt nimium, fateor, nec grata quibusvis
Prælia, queq; animus vel meminisse tremit,
Sed sua quosq; iuuant, animosis scriptus Iberis
Non aliter poterat gratior esse liber.
Illecebris alijs alios pertraxeris, ast hos
Nilmage quam Martis claßica rauca trahunt.
Ergo dolo hoc lector fruere, & dum pronus ad arina
Fortia fatalegis, dogmata sancta bibe.
</poem>
<poem>
Soneto de Iuan Hieronymo Aunes en comendacion dela Caualleria Celestial dela Rosa Fragante.
</poem>
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Impacos se nombraron los Despaña
Caldayco fue el autor que lo screuia
nombre les dio que bien les conuenia
por su valor y grande esfuerço, y maña;
Belligeros y fuertes fuerça y saña
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Quiue austera nimis pharmacamelle linit,
Haud secus hic austera quidem, sed plena salutis,
Sub specie belli mystica sacra canit.
Horrida sunt nimium, fateor, nec grata quibusvis
Prælia, queq; animus vel meminisse tremit,
Sed sua quosq; iuuant, animosis scriptus Iberis
Non aliter poterat gratior esse liber.
Illecebris alijs alios pertraxeris, ast hos
Nilmage quam Martis claßica rauca trahunt.
Ergo dolo hoc lector fruere, & dum pronus ad arina
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Sed sua quosq; iuuant, animosis scriptus Iberis
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Ac veluti prudens medicus qui contegit auro,
Quiue austera nimis pharmacamelle linit,
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Horrida sunt nimium, fateor, nec grata quibusvis
Prælia, queq; animus vel meminisse tremit,
Sed sua quosq; iuuant, animosis scriptus Iberis
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Illecebris alijs alios pertraxeris, ast hos
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visnietos de Noe en genealogia
temidos de qualquiera gente estraña.
Aßinuestro Español siguiendo el vso
de sus antecessores belicantes
como varon heroyco en verso y prosa;
A guisa de batallas dio y compuso
el libro militar de Bienandantes
y santos Caualleros dela Rosa. </poem>
❧Cosmi Violaiguae Benefacesis Monachi, eiusdemq Theologi
duodechasticon.
<poem>Mercurius Gabriel superum delapsus ab arce,
Humano generi nuntia grata fero.
In varias opus boc mutabit corpora formas,
Quae mutata poli iam super aftra locet.
Irus egens meritis in Cressum versus Abramum,
Non defecturas certus habebit opes.
Crimine Thersite, fient Narcisus Joseph.
Proq; Saule Dauid sceptra suprema reget.
E Saulo Paulus, tandem ni iussa recuset,
Et nouus ex veteri factus A damus erit.
Hoc opus hoc faciet, sed cur non lector amice
Semperij cum sit? num cano ficta? Vale. </poem>
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Autor:Amelia Solar Marín
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== Obras ==
* {{cita libro|título=Haroldo: episodio del siglo XV, tomado del francés|año=1887}} {{at|Haroldo - MC0075722.pdf}}
* {{cita libro|título=María Cenicienta: comedia en 3 actos i en verso|año=1898}} {{at|María Cenicienta - MC0050870.pdf}}
* {{cita libro|título=Recuerdos|año=1914}} {{at|Recuerdos - MC0075721.pdf}}
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Autor:Mariana Cox Méndez
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== Obras ==
* ''Un remordimiento: (recuerdos de juventud)'' (novela corta, Santiago: Impr., Lit. y Encuadernación Barcelona, 1909). {{at|Un remordimiento - MC0010868.pdf}}
* ''La vida íntima de Marie Goetz'' (novela, Santiago: Impr., Litogr. y Encuadernación Barcelona, 1909). {{at|La vida íntima de Marie Goetz - MC0003590.pdf}}
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Autor:Maria Callcott
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== Obras ==
* {{cita libro|título=Diario de residencia en Chile durante el año 1822 y de viaje de Chile al Brasil en 1823|volumen=1|año=1902|traductor=José D. Valenzuela}} {{at|Diario de residencia en Chile durante el año 1822 y de viaje de Chile al Brasil en 1823, tomo primero, 1902 - MC0075261.pdf}}
* {{cita libro|título=Diario de residencia en Chile durante el año 1822 y de viaje de Chile al Brasil en 1823|volumen=2|año=1909|traductor=José D. Valenzuela}} {{at|Diario de su residencia en Chile durante el año 1822 y de viaje de Chile al Brasil en 1823, tomo segundo, 1909 - MC0075262.pdf}}
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Ignacio Rodríguez
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Ignacio Rodríguez
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Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena i de las predisposiciones patolójicas propias del sexo.pdf
Alsino - MC0010978.pdf
Cuentos chilenos de nunca acabar - MC0008935.pdf
Ecos del alma - MC0067420.pdf
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Ignacio Rodríguez
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== Recursos ==
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Cautiverio feliz, y razón de las guerras dilatadas de Chile.pdf
Estudios sobre la flora de las islas de Juan Fernandez (IA estudiossobrelaf00joho).pdf
Breves observaciones sobre la aparición de la pubertad en la mujer chilena i de las predisposiciones patolójicas propias del sexo.pdf
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=== Enlaces externos ===
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Historia de Molina y de su Noble y Muy Leal Señorío/Capítulo V
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{{t3|Capítulo V}}
{{t4|Primeros Señores de Molina.}}Ya que hemos hablado de la constitución política del Señorío de Molina, parece propio de este lugar dár alguna noticia de sus primeros Señores:
''Don Manrique de Lara, su primer Señor'', fué hijo del conde Don Pedro de Lara, señor poderoso en la córte de Castilla, y de D.ª Eva Perez Traba, tambien de ilustre familia. Educó y cuidó al Rey D. Sancho el ''Deseado''; fué Alferez Mayor de Reyno Tutor, Mayordomo y Capitan general del Rey D. Alonso el ''Noble'', y afianzó sobre sus sienes la vacilante corona de Castilla, contra las pretensiones de su tio D. Fernando Rey de Leon; que bajo pretexto de que á el correspondia la Tutoria, trataba de arrebatársela. Las historias de aquellos tiempos, andan llenas de sus famosas hazañas. Casó con D.ª Ermesenda, vizcondesa de Narbona, de la que tuvo cuatro hijos: D. Pedro, D.ª Mofalda, primera Reina de Portugal, D.ª María y D.ª Mayor. Murió D. Manrique, segun el Padre Mariana en 1166 y segun el epitafio del Monasterio de Huerta, donde fué enterrado, en 1167, peleando en la batalla de Huete contra D. Fernando Ruiz de Castro. El Padre Mariana describe así la última hazaña del conde D. Manrique. «El Rey de Castilla sosegado que tuvo á Toledo, á persuasión del conde D. Manrique salió contra D. Fernando de Castro, ca ayudado de las gentes de Huete, que le eran aficionados y muy leales, salvo al encuentro del ejército del Rey. Dióse la batalla dos leguas de aquel pueblo junto á Garcinaharro: era grande la fama del exfuerzo de D. Manrique, era tenido por gran defensor de la autoridad real, tales eran las muestras, si bien muchos pensaban que en nombre ageno queria mandallo todo, por ser como era atrevido, astuto, presto, y conforme á los negocios y ocurrencias, cuando seguia la virtud, cuando lo malo. D. Fernando por recelarse en la pelea de sus fuerzas entró en la batalla, quitadas las sobrevivas y disfrazado, D. Manrique por yerro con todas sus fuerzas envistió y mató á un caballero ordinario, el cual por que llevaba vestidura de general, creyó era su contrario. Quedó cansado de aquella pelea y á propósito para ser agraviado: así fué el mismo muerto; uno de los acompañaban a D. Fernando, le metió por el cuerpo la espada.... Sabio el engaño y astucia, D. Nuño hermano de D. Manrique acusaba á Don Fernando de aleve. No paró en esto, sino que le desafió á pelear de persona á persona. (Cap. 10, pag. 382.)»
El Licenciado Elgueta, dice: «que D. Fernando trocó sus armas y caballo con su escudero Ruiz Baez contra el que cerró D. Manrique dejándole muerto, y discurrió luego por la batalla haciendo grande estrago en los contrarios, por lo cual su enemigo disimulado hizo juntar muchos de los suyos y que todos acometiesen contra el esforzado Almerich solamente, y aunque por grande espacio hizo riza de todos, al fin fué herido de una herida mortal.» Portocarrero añade, que al caer herido y conocer el ardid, gritó dirigiéndose á D. Fernando: ''¡Artero! ¡Artero! pero no buen caballero''.
Debió morir el conde D. Manrique á la edad de setenta años por lo menos, y causa maravilla verle en esta edad en campaña, armado de todas armas y peleando hasta perder la vida. «Ejemplo harto notable, dice el citado Elgueta, que arguye contra la flojedad de los nobles de nuestros tiempos, que solo se emplean en desfrutar sus heredades, romper poyos ó pasear calles.»
En el año 1460, siendo Alcaide de las fortalezas de Molina D. Pedro Carrillo, se cayó una piedra de la Torre de en medio de las tres que hay en el Alcazar mirando hacia la Torre de Aragon, que decia: ''Inclitus comes Malrricus de primis Gotorum projenie et úsor sua Ermesenda fundabat sub era Cesaris 1132''. Si esta inscripción no estuviese equivocada, resultaria que D. Manrique principió á repoblar á Molina antes del año 1094; pero esta presunción no puede admitirse por hallarse en oposición con varios hechos y todos los historiadores. Hasta el año 1096 no tomó el Cid á Valencia, y en esta época consta que el Rey moro de Molina, Abencanho, era tributario del Cid y obsequió á su muger é hijas. La época de la reconquista de Molina la fijan todos los historiadores, desde 1126 á 1131, que es la más cierta; pues fué tomada muchos años despues que Valencia. Además, el conde Don Manrique ya casado habia de tener por lo menos veinticinco años de edad, y como murió en 1167, resultaria que murió de noventa y ocho ó cien años, edad poco aproposito para andar continuamente en campaña, y menos para acometer y defenderse con el esfuerzo que le vemos sucumbir en su última batalla. Lo más probable es que haya error en la lectura ó copia de esta inscripción, pues si en vez de la palabra ''Cesaris'' se coloca ''Christi'', resultaría que el año 1132, D. Manrique se ocupába en reédificar el Alcazar; fecha que se debe tener por cierta.
''Don Pedro Manrique de Lara segundo señor de Molina y Mesa'', sucedió á su padre, y fué tambien vizconde de Narbona por herencia de su madre. Tambien este conde es muy famoso en su época. Sirvió al Rey D. Alonso en sus conquistas: en las córtes de Burgos, cuando el Rey pidió le asistiesen los hijosdalgo con cinco maravedís de oro para el sitio de Cuenca, D. Pedro de Lara resistió la demanda hasta salirse de las córtes seguido de la Nobleza que le aclamó su defensor; y en memoria, convidaban á el y sus descendientes ''á un yantar solene'' todos los años. Esto no fué obstáculo para que en el año 1177, asistiese y se mostrase tan valeroso en el sitio y toma de Cuenca, que quedaron grabadas por trofeo las armas de Molina en las murallas de la ciudad. Por esta época venció y mató al moro Cafra, súbdito del Rey de Valencia, especie de gigante que talaba y robaba la frontera de Albarracín y Molina. Siguió asistiendo al Rey D. Alonso que visitó á Molina el año 1187, y luego en 1195. Acompañó al Rey en la batalla de ''Alarcos'' en 19 de Julio de este citado año, como consta de un privilegio que concedió el conde á la familia de Cueva, donde dice, que ''el dia 18 aunque estuvieron en el Congosto, no se peleó''. En 1201 volvió á asistir al Rey, segun consta de tres privilegios que refiere Colmenares en su Historia de Segovia. Casó con D.ª Sancha, hija de D. Garcia, segundo rey de Navarra. Tuvieron tres hijos y una hija; D. Gonzalo Perez, D. Amalarico que fué vizconde de Narbona, D. Manrique, Obispo de Leon, y D.ª Elvira. Murió el conde D. Pedro siendo todavía joven el año 1212, y su cuerpo fué sepultado en el Monasterio de Huerta, en cuyo epitafio se lée ''que fué Luz de la pátria, Escudo del pueblo y Cuchillo de los malos''. Sebresalió particularmente por su piedad, é hizo grandes donaciones al Cabildo Eclesiástico de Molina, á los Monasterios de Huerta y Buenafuente, y á la Ermita del Montesino donde trató de fundar otro Monasterio, que no se llevó á efecto por negligencia de los Monjes de Huerta.
Sucedióle su hijo ''D. Gonzalo Perez de Lara, tercer señor de Molina y Mesa''. Consta que este conde se halló en la batalla de las ''Navas''. Lo más notable en la historia de este ''Reyezuelo'', como le llama Mariana, fué la guerra que hizo al Rey de Castilla, D. Fernando III el ''Santo''. Habia este Rey hecho la guerra y despojado de sus estados á los señores de la casa de Lara, deudos muy cercanos del conde. Instigado por su tio D. Gonzalo Nuñez, levantó un grueso ejército en Molina y entró en Castilla por Medinaceli, apoderándose de varios castillos y pueblos. Púso en tanto cuidado al Rey D. Fernando que desamparando las guerras de Andalucia, vino con todo su poder contra el conde D. Gonzalo, año 1221. Recobró nuevamente los pueblos de que se habia apoderado el conde, y le sitió en el entónces inespugnable castillo de ''Zafra''. La Reina D.ª Berenguela, madre del Rey y próxima parienta del conde, vino al sitio y trató de ajustarlos. Despues de cuarenta días de sitio, desesperanzado el rey de poder reducirle, convino en la fórmula de transacción propuesta por su madre. Consistía esta, en que D.ª Mofalda Manrique de Lara, tercera hija del conde Gonzalo, casáse con con el Infante de Castilla y Leon D. Alfonso, Principe de grandes esperanzas, hijo de D.ª Berenguela y hermano del Rey, y que D.ª Mofalda lleváre en dote el ''Señorío de Molina''. Este convenio parace que envuelve una gran injusticia, teniendo en cuenta que D. Gonzalo tenía hijos varones y tratándose de un Rey que adquirió el nombre de ''Santo''; pero las razones de Estado son á veces tan poderosas, que non pueden detenerse ante el pequeño obstáculo que presenta un derecho particular hollado. Convenida en principio esta capitulación, faltaba solo vencer la resistencia del ''Señorío''. Trabajáronlo el Rey y el conde, y hallando camino abierto en la cláusula del ''Fuero'', en que dejaba al ''Señorío'' la elección libre de ''Señor'' entre los hijos ó nietos de D. Manrique, ''aquel que á vos pluguiere é á vos bien ficiére''; por evitar inconvenientes y mayores males que de la negativa podían seguirse, determinaron elegir y aceptar por ''Señora'' á D.ª Mofalda, terminando en fiestas lo que principió furiosa guerra. Este convenio se le conoció con el nombre de ''Concordia de Zafra''. D. Pedro Gonzalez de Molina, el desheredado, pretendió habérsele hecho agravio, y acudiendo al Pontifice, se pasó á Aragon. Consiguió le nombrasen Jueces Apostólicos, pero no le mandaron restituir su estado. Murió D. Gonzalo en 24 de Agosto de 1239, siendo sepultado en Huerta. Estuvo casado con D.ª Sancha Gomez, hija del conde D. Gomez, caballero principal de Castilla, de cuyo matrimonio nacieron D. Pedro, D. Marrich, D. Guillermo, ''D.ª Mofalda'' y D.ª Marquesa. D. Pedro el desheredado; cedió su derecho á D. Fernando de la Cerda, y no admitiéndolo este, á D. Pedro Infante de Aragon; cesión que en 1299 dió motivo á reclamaciones y trastornos, de los que se ocupa Zurita en sus Anales de Aragon, (Libro 8.º cap. 32).
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Ya que hemos hablado de la constitución política del Señorío de Molina, parece propio de este lugar dár alguna noticia de sus primeros Señores:
''Don Manrique de Lara, su primer Señor'', fué hijo del conde Don Pedro de Lara, señor poderoso en la córte de Castilla, y de D.ª Eva Perez Traba, tambien de ilustre familia. Educó y cuidó al Rey D. Sancho el ''Deseado''; fué Alferez Mayor de Reyno Tutor, Mayordomo y Capitan general del Rey D. Alonso el ''Noble'', y afianzó sobre sus sienes la vacilante corona de Castilla, contra las pretensiones de su tio D. Fernando Rey de Leon; que bajo pretexto de que á el correspondia la Tutoria, trataba de arrebatársela. Las historias de aquellos tiempos, andan llenas de sus famosas hazañas. Casó con D.ª Ermesenda, vizcondesa de Narbona, de la que tuvo cuatro hijos: D. Pedro, D.ª Mofalda, primera Reina de Portugal, D.ª María y D.ª Mayor. Murió D. Manrique, segun el Padre Mariana en 1166 y segun el epitafio del Monasterio de Huerta, donde fué enterrado, en 1167, peleando en la batalla de Huete contra D. Fernando Ruiz de Castro. El Padre Mariana describe así la última hazaña del conde D. Manrique. «El Rey de Castilla sosegado que tuvo á Toledo, á persuasión del conde D. Manrique salió contra D. Fernando de Castro, ca ayudado de las gentes de Huete, que le eran aficionados y muy leales, salvo al encuentro del ejército del Rey. Dióse la batalla dos leguas de aquel pueblo junto á Garcinaharro: era grande la fama del exfuerzo de D. Manrique, era tenido por gran defensor de la autoridad real, tales eran las muestras, si bien muchos pensaban que en nombre ageno queria mandallo todo, por ser como era atrevido, astuto, presto, y conforme á los negocios y ocurrencias, cuando seguia la virtud, cuando lo malo. D. Fernando por recelarse en la pelea de sus fuerzas entró en la batalla, quitadas las sobrevivas y disfrazado, D. Manrique por yerro con todas sus fuerzas envistió y mató á un caballero ordinario, el cual por que llevaba vestidura de general, creyó era su contrario. Quedó cansado de aquella pelea y á propósito para ser agraviado: así fué el mismo muerto; uno de los acompañaban a D. Fernando, le metió por el cuerpo la espada.... Sabio el engaño y astucia, D. Nuño hermano de D. Manrique acusaba á Don Fernando de aleve. No paró en esto, sino que le desafió á pelear de persona á persona. (Cap. 10, pag. 382.)»
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En el año 1460, siendo Alcaide de las fortalezas de Molina D. Pedro Carrillo, se cayó una piedra de la Torre de en medio de las tres que hay en el Alcazar mirando hacia la Torre de Aragon, que decia: ''Inclitus comes Malrricus de primis Gotorum projenie et úsor sua Ermesenda fundabat sub era Cesaris 1132''. Si esta inscripción no estuviese equivocada, resultaria que D. Manrique principió á repoblar á Molina antes del año 1094; pero esta presunción no puede admitirse por hallarse en oposición con varios hechos y todos los historiadores. Hasta el año 1096 no tomó el Cid á Valencia, y en esta época consta que el Rey moro de Molina, Abencanho, era tributario del Cid y obsequió á su muger é hijas. La época de la reconquista de Molina la fijan todos los historiadores, desde 1126 á 1131, que es la más cierta; pues fué tomada muchos años despues que Valencia. Además, el conde Don Manrique ya casado habia de tener por lo menos veinticinco años de edad, y como murió en 1167, resultaria que murió de noventa y ocho ó cien años, edad poco aproposito para andar continuamente en campaña, y menos para acometer y defenderse con el esfuerzo que le vemos sucumbir en su última batalla. Lo más probable es que haya error en la lectura ó copia de esta inscripción, pues si en vez de la palabra ''Cesaris'' se coloca ''Christi'', resultaría que el año 1132, D. Manrique se ocupába en reédificar el Alcazar; fecha que se debe tener por cierta.
''Don Pedro Manrique de Lara segundo señor de Molina y Mesa'', sucedió á su padre, y fué tambien vizconde de Narbona por herencia de su madre. Tambien este conde es muy famoso en su época. Sirvió al Rey D. Alonso en sus conquistas: en las córtes de Burgos, cuando el Rey pidió le asistiesen los hijosdalgo con cinco maravedís de oro para el sitio de Cuenca, D. Pedro de Lara resistió la demanda hasta salirse de las córtes seguido de la Nobleza que le aclamó su defensor; y en memoria, convidaban á el y sus descendientes ''á un yantar solene'' todos los años. Esto no fué obstáculo para que en el año 1177, asistiese y se mostrase tan valeroso en el sitio y toma de Cuenca, que quedaron grabadas por trofeo las armas de Molina en las murallas de la ciudad. Por esta época venció y mató al moro Cafra, súbdito del Rey de Valencia, especie de gigante que talaba y robaba la frontera de Albarracín y Molina. Siguió asistiendo al Rey D. Alonso que visitó á Molina el año 1187, y luego en 1195. Acompañó al Rey en la batalla de ''Alarcos'' en 19 de Julio de este citado año, como consta de un privilegio que concedió el conde á la familia de Cueva, donde dice, que ''el dia 18 aunque estuvieron en el Congosto, no se peleó''. En 1201 volvió á asistir al Rey, segun consta de tres privilegios que refiere Colmenares en su Historia de Segovia. Casó con D.ª Sancha, hija de D. Garcia, segundo rey de Navarra. Tuvieron tres hijos y una hija; D. Gonzalo Perez, D. Amalarico que fué vizconde de Narbona, D. Manrique, Obispo de Leon, y D.ª Elvira. Murió el conde D. Pedro siendo todavía joven el año 1212, y su cuerpo fué sepultado en el Monasterio de Huerta, en cuyo epitafio se lée ''que fué Luz de la pátria, Escudo del pueblo y Cuchillo de los malos''. Sebresalió particularmente por su piedad, é hizo grandes donaciones al Cabildo Eclesiástico de Molina, á los Monasterios de Huerta y Buenafuente, y á la Ermita del Montesino donde trató de fundar otro Monasterio, que no se llevó á efecto por negligencia de los Monjes de Huerta.
Sucedióle su hijo ''D. Gonzalo Perez de Lara, tercer señor de Molina y Mesa''. Consta que este conde se halló en la batalla de las ''Navas''. Lo más notable en la historia de este ''Reyezuelo'', como le llama Mariana, fué la guerra que hizo al Rey de Castilla, D. Fernando III el ''Santo''. Habia este Rey hecho la guerra y despojado de sus estados á los señores de la casa de Lara, deudos muy cercanos del conde. Instigado por su tio D. Gonzalo Nuñez, levantó un grueso ejército en Molina y entró en Castilla por Medinaceli, apoderándose de varios castillos y pueblos. Púso en tanto cuidado al Rey D. Fernando que desamparando las guerras de Andalucia, vino con todo su poder contra el conde D. Gonzalo, año 1221. Recobró nuevamente los pueblos de que se habia apoderado el conde, y le sitió en el entónces inespugnable castillo de ''Zafra''. La Reina D.ª Berenguela, madre del Rey y próxima parienta del conde, vino al sitio y trató de ajustarlos. Despues de cuarenta días de sitio, desesperanzado el rey de poder reducirle, convino en la fórmula de transacción propuesta por su madre. Consistía esta, en que D.ª Mofalda Manrique de Lara, tercera hija del conde Gonzalo, casáse con con el Infante de Castilla y Leon D. Alfonso, Principe de grandes esperanzas, hijo de D.ª Berenguela y hermano del Rey, y que D.ª Mofalda lleváre en dote el ''Señorío de Molina''. Este convenio parace que envuelve una gran injusticia, teniendo en cuenta que D. Gonzalo tenía hijos varones y tratándose de un Rey que adquirió el nombre de ''Santo''; pero las razones de Estado son á veces tan poderosas, que non pueden detenerse ante el pequeño obstáculo que presenta un derecho particular hollado. Convenida en principio esta capitulación, faltaba solo vencer la resistencia del ''Señorío''. Trabajáronlo el Rey y el conde, y hallando camino abierto en la cláusula del ''Fuero'', en que dejaba al ''Señorío'' la elección libre de ''Señor'' entre los hijos ó nietos de D. Manrique, ''aquel que á vos pluguiere é á vos bien ficiére''; por evitar inconvenientes y mayores males que de la negativa podían seguirse, determinaron elegir y aceptar por ''Señora'' á D.ª Mofalda, terminando en fiestas lo que principió furiosa guerra. Este convenio se le conoció con el nombre de ''Concordia de Zafra''. D. Pedro Gonzalez de Molina, el desheredado, pretendió habérsele hecho agravio, y acudiendo al Pontifice, se pasó á Aragon. Consiguió le nombrasen Jueces Apostólicos, pero no le mandaron restituir su estado. Murió D. Gonzalo en 24 de Agosto de 1239, siendo sepultado en Huerta. Estuvo casado con D.ª Sancha Gomez, hija del conde D. Gomez, caballero principal de Castilla, de cuyo matrimonio nacieron D. Pedro, D. Marrich, D. Guillermo, ''D.ª Mofalda'' y D.ª Marquesa. D. Pedro el desheredado; cedió su derecho á D. Fernando de la Cerda, y no admitiéndolo este, á D. Pedro Infante de Aragon; cesión que en 1299 dió motivo á reclamaciones y trastornos, de los que se ocupa Zurita en sus Anales de Aragon, (Libro 8.º cap. 32).
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Epítome de las Historias filípicas de Pompeyo Trogo: Libro undécimo
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'''☙ LIBRO UNDÉCIMO ❧'''
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En el ejército de Filipo como había mucha diversidad de gentes, así hubo después de su muerte diversos pensamientos y alteraciones. Porque unos pareciéndoles que habían padecido servidumbre injusta se ponían en esperanza de libertad. Otros hartos ya de andar en las guerras, holgaban de tener lugar para dejarlas e irse a sus tierras. Otros también se dolían de la muerte del mismo Filipo teniendo por cosa indigna ver que con las hachas que estaban encendidas para las bodas de la hija, lo llevasen a él a enterrar. No solo en estos, pero también en sus amigos había mucha turbación y miedo de ver así inopinadamente y que de súbito una tan gran mudanza de las cosas. Y temían sobre todo que luego se había de levantar contra ellos Asia, la cual Filipo había procurado y había dado causa de hacerlo. O Europa que aún no estaba dominada ni juzgada del todo. Traían a la memoria los pueblos Ilirios, los de Tracia, Dárdanos, y las otras naciones bárbaras que estaban dudosas porque no sabían si serian fieles o no, las cuales, si se alzaban, no bastarían ellos a resistirlos. A la sazón que había esta turbación en el ejército de Filipo sobrevino su hijo Alejandro cuya presencia puso en todo medicina. Porque haciendo una oración o razonamiento a todos ellos, de tal manera los consoló y animo a todos juntos y a cada uno por si según su estado y condición y el tiempo que había servido. En tal forma que a la hora perdiendo todo el miedo que tenían, cobraron grande esperanza. El tenía entonces veinte años, con los cuales hablo tan templadamente prometiendo muchas cosas con mucha moderación, y sin muestra de jactancia ni vana gloria, que manifiestamente daba a entender que había de hacer más en efecto. Que prometía de palabra, y luego lo puso en ejecución, dando primeramente a los macedones grandes privilegios y libertades en todas las cosas sin obligarlos a ir más a la guerra, a la cual quiso estuviesen obligados cada vez que los llamasen. Con estas cosas gano tanto la voluntad de todos, que en general decían que solamente habían mudado el cuerpo del rey mas no la virtud. Después de esto lo primero que procuro hacer, fueron las exequias de su padre, en las cuales primeramente hizo traer allí cuantos hallo que habían sido participantes y sabedores de su muerte. Y venido luego los mando, los mando degollar sobre la sepultura. Solo perdono a Alejandro; hermano de los lincetas, guardando el agüero de su dignidad, porque él había sido el primero que le había hecho veneración y saludado por rey. También hizo matar a Cárano; hermano suyo, hijo de su madrastra, por ser emulo y competidor suyo en el reino. Se dio por consiguiente en los principios tan buena maña, que refreno muchas gentes que se le habían comenzado a levantar. Aplaco y compuso algunas sediciones que se levantaban. Las cuales cosas hechas, muy secretamente partió hacia la Grecia, donde hizo llamamiento a las ciudades para que se juntasen en Corinto; como su padre había hecho. Y allí fue elegido por capitán de todos, en lugar del mismo padre.
Después de esto, quiso seguir y llevar adelante la guerra contra los persas que el rey Filipo había comenzado. Pero estando ocupado en aparejar las cosas necesarias para ello, supo cómo los atenienses, tebanos y lacedemonios, dejándolo a él, se habían pasado al lado de los persas, y que el autor de ello había sido Demóstenes; corrompido con mucho oro que el rey persa le dio. Y la manera que para hacerlo tuvo, fue que en un discurso que hizo afirmo que todo el ejército de los macedonios había sido desbaratado y destruido por los triballos. Y para poderlo confirmar y tener por cierto a todos los que le oían, trajo por autor a uno que dijo que él se había hallado presente y había así mismo salido herido de aquella batalla donde había muerto el rey. Y supo también Alejandro que con aquel pensamiento estaba mudada la voluntad de todas las ciudades de Grecia. Y que en ellas tenían cercadas las guarniciones y gente de guerra que estaban dentro puestas por los macedonios. Para impedir estos movimientos, su ejército vino tan presto aparejado y armado en Grecia y la torno a oprimir y sujetar, que ni le sintieron venir, ni aun venido apenas creían lo que veían. Y de pasada había hablado con los tesalios, y amonestados que se acordasen de los beneficios que de su padre Filipo habían recibido. Y también mirasen el parentesco que con el tenían por parte de la madre; pues los unos y los otros descendían de la casa de Aeaco. Lo cual oyendo de muy buena gana los tesalios, lo tomaron por capitán y le pagaron los tributos y rentas que a su padre solían dar. Y como en Grecia tan repentinamente fue visto, los atenienses que habían sido los primeros en revelarse, así por consiguiente fueron los primeros en arrepentirse. Porque, así como al principio hacían poca cuenta y menospreciaban a su enemigo, así después convirtieron el menosprecio en admiración, loando y ensalzando su juventud y cordura sobre la de todos los capitanes del mundo. Por lo cual enviados a él sus embajadores, le suplicaron no les hiciese guerra y los perdonase. Él, oída la embajada, los reprendió grandemente, pero al fin todavía les concedió lo que demandaban. Y desde allí se volvió a Tebas con el propósito de hacer otro tanto con ellos, si también los hallara con humildad y arrepentimiento de lo pasado. Mas los tebanos no quisieron salir a recibirle con ruegos, sino con armas. De donde les sucedió, que después siendo vencidos padecieron todos los tormentos y males que un pueblo cautivo pudiera padecer. Después de lo cual como Alejandro (hecha reconciliación) comunicase con los de su concejo si sería bien que aquella ciudad se destruyese o no, los focenses, los tespianos, los plateos y los orcomenios, compañeros de Alejandro y participantes de la victoria habida, se le quejaron de la crueldad de los tebanos, que les habían destruido sus tierras, acusándolos no solo en aquella ocasión sino que también antes habían sido favorecedores de los persas contra la libertad de Grecia, por lo cual justamente los aborrecían tanto que todos habían jurado que después de vencidos los persas luego destruirían a Tebas. Y añadían sobre esto (para indignar más a Alejandro contra ellos) todas aquellas maldades que las fabulas cuentan: que allí estando llenos los estadios y teatros, porque no solo les fuesen odiosos por lo de ahora, sino aún también por la infamia de sus pasados. Oídas estas palabras por el tebano Cleades; que era uno de los cautivos que tenía licencia para hablar, dijo que todo aquello de lo que se les acusaba era traición y falsedad conocida. Porque ellos no se habían rebelado contra el rey Filipo, sino que creyeron que estaba ya muerto. Lo cual por cosa muy cierta habían oído como lo era, y que, si algún error habían cometido, este había sido no haber querido obedecer y estar en sujeción de sus herederos. Y que si esto había sido desobediencia o demasiado atrevimiento (a lo cual le había dado causa haber creído de ligero) que no por eso habían incurrido en caso de traición. Pero que si todavía habían merecido pena y castigo grande por lo cometido ya lo habían muy bien pagado, porque todos los mancebos estaban muertos y no quedaban sino viejos y mujeres, gente flaca y sin culpa, que aun aquellos habían recibido tantas y tan feas injurias, violencias y estupros cuales nadie padeció. Dijo así mismo que el no rogaba por los ciudadanos; que tan pocos habían quedado, sino por el suelo de su tierra y por la ciudad. La cual era tan noble, que de allí habían nacido no solo hombres grandes, sino aún dioses. Esto dijo en general y después en particular vuelto a Alejandro le rogo por el dios Hércules, diciendo como aquel que fuera natural de Tebas, era del mismo linaje de Aeaco; de donde el descendía, y que se acordase que su padre había vivido allí siendo muchacho. Y por esta razón y muchas otras que había, le rogaba perdonase aquella ciudad en la que adoraban y tenían por dioses a muy gran parte de sus antepasados, y a otros los había criado y visto reyes de mucha grandeza. Estas y otras cosas dijo Eleades, aunque no hicieron fruto ninguno, porque mucho más pudo la ira que todos sus ruegos, que todavía la ciudad se destruyó y derribo por el suelo postrada. Los campos se repartieron entre los vencedores. Los cautivos se vendieron por muy bajos precios, y esto no por el provecho de los compradores, sino por el odio de los enemigos.
Mucha pasión de esto hubo entre los atenienses, tanto que, aunque Alejandro les había mandado no acogiesen a nadie en su ciudad, todavía abrieron las puertas y tomaron adentro a los que de Tebas huyeron. De lo cual Alejandro se airó tanto, que enviándole ellos una segunda embajada en la que le rogaban no les hiciese guerra, respondió que con esta condición haría lo que pedían: que le entregasen todos los oradores y capitanes que en la ciudad había. Porque con la confianza de que aquellos no se rebelasen tantas veces, y estando ellos en el propósito de hacer todo lo que les mandase; por no tener con el guerra, vinieron en este concierto que los oradores se quedasen en la ciudad y los capitanes fuesen desterrados. Los cuales en contingente partieron hacia donde Darío; lo cual no fue para los persas poco crecimiento de fuerzas.
Esto hecho de esta suerte habiéndose de partir Alejandro para la guerra contra Persia, porque no se levantase ninguna sedición ni revuelta en el reino de Macedonia en su ausencia, tomo a todos sus hermanos; hijos de su madrastra, y aquellos a quienes Filipo había puesto en alguna dignidad y honra; dándole gobernación de ciudades u otra cosa, y así mismo a cuantos otros parientes tenia, que le pareció podían reinar, y los mato a todos. A los reyes tributarios y a los que eran de más saber e ingenio los llevo consigo a la guerra, dejando los viejos y de poco ánimo para gobernar el reino. Después de ordenadas y juntas todas sus cosas y puesto su ejército en punto embarcado en sus naos, como llegase cerca de Asia en lugar donde se le pudo ver encendido de un increíble ánimo, hechos doce alteres, hizo sacrificios a los dioses de la guerra para que le fuesen favorables. Y hecho esto, tan confiado de alcanzar aquel señorío como si ya lo hubiera ganado, repartió entre sus amigos todo el patrimonio que en Europa y Macedonia tenia, diciendo que para él harto le bastaba la Asia. Y antes que ninguna nao partiese del puerto, muertos muchos animales hizo sus sacrificios, pidiendo a los dioses victoria sobre aquella guerra. Diciendo que él había sido el elegido para vengar las muchas afrentas y daños que los persas habían hecho tantas veces viniendo contra Grecia. Y que los persas habían señoreado y prosperado tanto tiempo, que ya era tiempo que el imperio recibiera mudanza para mejorarlo y venir a más alto estado. Y los de su ejército no estaban sin la misma presunción y deseo que Alejandro, porque olvidados todos de sus hijos y mujeres y de la guerra que tan lejos hacían, ya tenían por suyo el oro de la Persia y no se acordaban de los peligros de la guerra, sino de las riquezas que allí creían alcanzar. Pues como llegaran en tierra firme Alejandro arrojo primero una lanza como a tierra de enemigos. Luego salto fuera de la nao muy alegre y regocijado y habiendo ofrecido sus sacrificios a los dioses para que tuviesen por bien poner en los corazones de los que habitaban la tierra de tomarle por su rey y señor. Y pasando por Troya hizo allí exequias sobre las sepulturas de los que allí habían muerto. Y desde hay yendo contra los enemigos no consintió que sus gentes hiciesen mal ninguno, ni destruyesen nada en la Asia, diciendo que no había razón en hacer daño a lo suyo, porque no estaba bien echar a perder aquello de lo que habían de ser señores.
En el ejército de Alejandro había treinta y dos mil peones, cuatro mil quinientos a caballo, y ciento ochenta y dos naos. Y con este tan pequeño ejercito hay muy grande duda que ha sido más de maravillar, con tan poca gente haber vencido todo el mundo, o la osadía que tuvo para acometerlo. Cuanto más, haber podido acabar de sujetarlo, mayormente que para la guerra no escogió mancebos muy fuertes ni que fuesen de la primera y más florida edad, sino ya casi viejos y que estaban jubilados en la guerra y que habían peleado muchos años con su padre y con sus tíos. En la cual elección no solo parecía que tomaba soldados y gentes de guerra, sino también maestros para las batallas. Y tuvo esta manera que en las ordenes o escuadrones nunca puso por capitanes sino hombres de sesenta años, de tal forma que los que miraban las delanteras de su real no les parecía gente de guerra sino un senado de alguna antigua ciudad. En fin, ellos fueron tales que ninguno de ellos pensó jamás como huirían sino como podrían vencer en la batalla, ni pusieron su esperanza en los pies sino en los brazos. El rey Darío por el contrario con la confianza de su mucho poderío, no le pareció fuesen menester artes ni astucias ningunas, antes decía que no convenia el haber victoria por vía encubierta ni secreta como cosa de hurto, ni tan poco era bien impedir al enemigo que no entrase en su tierra sino dejarle entrar hasta lo íntimo de ella, pareciéndole a el que más glorioso era después de entrado echarle que impedirle la entrada. Pues apercibidos el uno y el otro ejército, en breve tiempo se vinieron a encontrar, y el lugar donde se dio la primera batalla, fueron los campos Adrastes. Había en el ejército del rey Darío seiscientos mil hombres, los cuales todos siendo vencidos y desbaratados en aquel día, no menos por buena industria de Alejandro que por la virtud de los macedonios, fueron forzados a volver las espaldas. Y huyeron de tal manera que los macedonios siguiéndoles hicieron en ellos gran matanza, sin que de ellos faltasen sino nueve peones y ciento veinte jinetes. Los cuales el rey Alejandro para consuelo de los otros hizo enterrar muy honradamente, y puso sus estatuas a los jinetes y dio a sus descendientes muchos privilegios y exenciones. Tras haber alcanzado esta victoria y honra de haber sobrepujado a los enemigos, la mayor parte de la Asia se pasó a él y se le dio a su voluntad. Después hizo también otras guerras con algunos adelantados y tenientes de Darío, pero más estos los venció con el espanto que su nombre les producía y no por las armas. Entre tanto que estas cosas en la Asia se hacían, Alejandro fue avisado por indicio de un cautivo que allí tenia, como Alejandro Lincestas, yerno de Antípatro; al cual había dejado como gobernador en la Macedonia, le tenía puestas asechanzas. Por la cual causa el temiendo que si lo mandase matar se levantaría alguna turbación en el reino de Macedonia, mando que lo hiciesen prisionero.
Después de esto, Alejandro se movió con su ejército a una ciudad que se llamaba Gordio. La cual estaba asentada entre la Frigia mayor y menor. En esta ciudad él tuvo mucho deseo de entrar y conquistarla, no tanto por la presa que pudiera haber en ella, sino porque había oído decir que dentro de ella en un templo de Júpiter estaba el carro de Gordio. De tal forma que decían unos oráculos antiguos que cualquiera que desatase las ataduras con que estaba amarrado había de ser señor de toda Asia. La causa y principio de este asunto fue de esta manera. Hubo un labrador en aquella tierra que tenía por nombre Gordio, el cual arando con unos bueyes alquilados; porque no tenía propios, comenzaron a volar sobre el muchas aves de todas suertes. El maravillado con tal cosa, fue a consultar a los agoreros y adivinadores a una ciudad muy cercana, teniendo por cierto que alguna gran cosa significaba el volar de aquellas aves sobre su cabeza. Y en la puerta de la ciudad se encontró con una doncella de sobrada hermosura, a la cual el pregunto cuál era el mejor y más sabio agorero en aquel pueblo a quien el pudiese consultar. A lo cual ella respondió que quería saber la causa sobre la que deseaba consultar. Y cuando la supo entendió lo que quería significar, porque también ella era muy sabia en aquel arte; porque sus pasados se lo habían mostrado. Luego le dijo que por aquel agüero se mostraba que él había de ser rey, y que ella quería ser mujer suya y compañera en aquella esperanza. El la acepto de muy buena gana pareciéndole harto que buen principio de prosperidad era haber tal mujer. Y después que se hubieron casado no pasaron muchos días que se levantó una sedición en la Frigia, y consultados los oráculos como se acabaría aquella discordia, fue respondido que era menester que tomasen un rey. Y tornados ellos a preguntar que rey tomarían, les fue respondido que tomasen por rey a aquel que ellos viesen primero ir al templo de Júpiter en un carro. Pues hecha la diligencia que el oráculo mandaba, el primero que encontraron fue a Gordio y en la hora lo saludaron por rey. Gordio ya hecho rey, tomo el carro en el que iba y metiéndolo en el templo, lo consagro allí a la majestad real. Después de Gordio sucedió en el reino Midas; hijo suyo. El cual instruido por Orfeo en las cosas de la religión hincho toda la Frigia de ceremonias y solemnidades de sacrificios, con lo cual estuvo más seguro toda su vida que con las armas. Ganada que hubo Alejandro esta ciudad y venido a ella, ingresando al templo de Júpiter, pregunto por el carro. El cual, siéndole mostrado, como vio el yugo atado, busco los principios de los nudos para deshacerlos. Pero no pudiéndolos hallar, forzando el oráculo saco su espada y corto las correas, y de esta manera desechos los nudos hallo los principios de ellos.
Estando en esto fue dicho a Alejandro que el rey Darío venia con muy poderoso ejército. Por lo cual el temiéndose del estrecho, diose muy gran prisa a pasar el Monte Tauro; tanto que anduvo sin parar quinientos estadios de tierra. Venido ya a la ciudad de Tarso, viendo un rio llamado Cidno que pasaba por medio de ella. Enamorado de verle tan deleitoso y apetecible, tomándole ganas de bañarse, como venía lleno de polvo y sudor, dejadas las armas entro en él. Y como el agua estaba muy fría y el venia muy caluroso, le penetro el frio los poros que traía abiertos con el demasiado calor, y se resfrió de tal forma que todos los nervios se le pararon yertos súbitamente, y se le quito el habla. Y vino a estar tan malo que no solo los suyos perdieron la esperanza de su salud por largo tiempo. Pero aun temieron mucho su temprana muerte, porque decían los médicos que moriría muy presto. Solo uno había entre ellos; que tenía por nombre Filipo, que afirmaba que sanaría y él lo remediaría muy presto, y este era tenido por sospechoso. Porque un día antes había venido a Alejandro una carta de Parmenión; su capitán que estaba en Capadocia, que sin saber que estaba malo, le avisaba diciendo que se guardase de Filipo su médico, porque el rey Darío lo tenía subordinado y corrompido con mucho dinero para que lo matase. Mas Alejandro todavía tuvo por mejor confiarse del sospechoso medico (aunque era cosa dudosa) que pasar el peligro de la cierta enfermedad. Pues, así como así había de morir. Y tomando una purga que el médico le daba, él le dio la carta de Parmenión a leer. Y entre tanto que Filipo la leía, él bebió la purga teniendo siempre los ojos en la cara del médico. Y como vio que Filipo estaba sosegado, y que no se alteraba nada, se alegró mucho esperando el buen suceso. Y de ahí a cuatro días se levantó sano.
El rey Darío vino entre tanto con trescientos mil peones y cien mil jinetes, de lo cual Alejandro algún tanto se recelo sabiendo que venía tanta muchedumbre de enemigos, y especialmente viendo que los suyos eran tan pocos para resistirlos. Pero después considerando cuan grandes cosas había hecho con solo aquellos, y cuan grandes pueblos había desbaratado se consolaba. Y venciendo el consuelo al temor, todavía tuvo más confianza de haber la victoria en la dudosa batalla que no de perderla. Y le pareció que era peligroso dilatarla. Porque los suyos no desesperasen de poder vencer, anduvo solicitándolos a todos, y a cada diversidad de gentes hacia su razonamiento, en particular prometiendo diversas cosas a cada nación; como era a los Ilirios y Tracios, ofreciendo grandes haciendas y riquezas. Y a los griegos traía a la memoria las guerras pasadas y la enemistad que siempre contra los Persas habían tenido. A los de Macedonia, que ellos habían vencido la Europa y venido en la Asia con el mismo deseo, y que ganada aquella no habría gente en el mundo que se les pudiese igualar, y que este era el último trabajo que habían de pasar y lo que más habría de incrementar su gloria y otras cosas semejantes decía, hablando a los unos y a los otros, según a lo que los veía ser inclinados. Entre tanto así mismo mandaba que saliesen a ver la hueste de los enemigos, porque se habituasen y continuasen a poner en ellos los ojos y les perdiesen el miedo.
Puesto que Darío tampoco iba despacio, ni fue menos diligente en ordenar sus ases y escuadrones, porque no contento con la solicitud de los capitanes, el mismo los anduvo animando a todos y los rodeo por todas partes e hizo sus amonestaciones y razonamientos, trayéndoles a la memoria la gloria que los Persas siempre habían tenido, diciéndoles que trabajasen por no perder la posesión del imperio que los dioses les habían dado.
Esto hecho la batalla se dio entre estos dos ejércitos con tanto esfuerzo de los unos y de los otros que entre ambos los reyes fueron llegados, y la victoria por mucho rato dudosa, hasta que después de muy reñida y sangrienta batalla, muy desconfiado Darío, se puso en huida y desde allí se siguió el muy grande estrago y matanza de los Persas, de los cuales murieron aquel día sesenta y un mil peones y diez mil jinetes y fueron presos otros cuarenta mil.
De los Macedonios murieron ciento treinta peones y ciento cincuenta jinetes. En los reales de los Persas se halló mucho oro y grandes riquezas, y entre los cautivos que tomaron en las tiendas se hallaba la madre de Darío llamada Sisigambis y una hermana suya que tenía por mujer, y dos hijas; las cuales Alejandro fue a ver y consolar, pero ellas como le vieron a él y a otros que con el iban armados, vueltas las caras se abrasaron unas con otras llenas de miedo pensando que luego serian muertas llorando muy reciamente, y después echadas a los pies de Alejandro le suplicaron que no las matase, que esto no querían salvo que las dejase enterrar primero el cuerpo de Darío.
El movido de compasión viendo tan gran piedad en mujeres, para consolarlas les dijo que el rey Darío estaba vivo y se había ido de la batalla, y que ellas tuviesen buen corazón y estuviesen seguras que no morirían. Y mando a los suyos que las tratasen y saludasen como reinas, diciéndoles a las hijas que las casaría tan bien y con tanta honra como su padre Darío lo pudiera hacer.
Después de esto viendo la muchedumbre de riquezas de Darío y el aparato grande que traía, fue puesto en mucha admiración, y desde allí en adelante comenzó Alejandro a hacer combites y banquetes solemnes y de grandes gastos, con mucha magnificencia de manjares, y en esta sazón también comenzó a amar a una de las cautivas que habían tomado de extremada hermosura, la cual tenía por nombre Barsine. De la cual tuvo Alejandro un hijo al que llamo Hércules. Pero todavía acordándose que Darío estaba vivo envió a Parmenión, su capitán, para que tomase la flota de los Persas. Y también envió por otras partes a sus amigos a tomar diversas ciudades de la Asia. Las cuales, oída la fama de la victoria, habían enviado a él sus embajadores con gran suma de oro y dineros, diciendo que desde allí se le entregaban ellas y los gobernadores que en ellas Darío tenía puestos. Esto así hecho, el mismo Alejandro partió hacia Siria, donde encontró muchos reyes de oriente vestidos con estolas de la costumbre suya. De estos, según el merecimiento de cada uno, unos tomaba en su compañía, a otros quitaba el reino, sustituidos en su lugar por nuevos reyes. Pero el más insigne y notable de todos fue Abdalónimo, al cual Alejandro hizo rey de Sidonia. Este antes era un hombre pobre y jornalero que solía ganar su vida limpiando pozos y regando huertos. Alejandro pareciéndole que, si diese el reino a otro, dirían que lo hacía por el merecimiento o linaje de aquel a quien lo daba, y no por magnificencia suya, quiso darlo a este, porque mejor se viese la liberalidad que usaba.
La ciudad de Tiro le envió con sus embajadores, una corona de oro de muy grande peso y ricamente tallada. La cual fue en señal y demostración de placer y alegría que habían sentido de su alcanzada victoria. Alejandro la recibió graciosamente y de buena voluntad, mostrando tenerla en mucho y agradeciéndoselo les dijo que deseaba ir en persona a su ciudad, para cumplir ciertos votos que había hecho al dios Hércules. A lo cual los embajadores respondieron que mejor podría cumplir su voto en Tiro la vieja, en un templo antiguo que allí había, por tanto, le suplicaban no quisiese entrar en su ciudad. Alejandro entro en ira por estas palabras en tanto grado, que los amenazo diciendo que les derribaría la ciudad. Y así fue que a la hora movió su ejército para la isla, donde fue recibido con guerra, con no menos esfuerzo del que los suyos llevaban. Porque los tiros tenían esperanza que los cartaginenses les habían de ayudar y dar favor y tomaban gran corazón del ejemplo de la reina Dido, que veían que ella había salido de su ciudad con muy poca gente, había fundado Cartago y sujetado la tercia parte del mundo. Y pensaban que era muy vergonzoso y feo que una mujer hubiese tenido más ánimo para alcanzar imperio, que ellos para defender su libertad. Así que por esta razón animados todos, luego enviaron a Cartago a los que no eran aptos para pelear e hicieron llamamiento de todos sus confederados. Y de esta manera se defendieron mucho tiempo y muy bien, más al fin fueron tomados por traición. Después de esto Alejandro tomo Rodas y Cilicia toda sin guerra ninguna, y a Egipto y propuso ir en la África al templo de Júpiter Amón para consultar allí del suceso que habían de haber sus cosas, y de su generación, de la cual estaba dudoso. Porque no tenía certidumbre de quien fuese hijo, a causa que su madre Olimpia había confesado a Filipo que Alejandro no era su hijo, sino que ella lo había concebido de un dragón muy grande que dormía con ella. Y el mismo rey Filipo cerca de la hora de su muerte dijo públicamente que Alejandro no era su hijo y que por esta causa también había repudiado a Olimpia diciendo que había cometido adulterio. De forma que, por esta razón, Alejandro deseando que lo tuviesen por descendiente de los dioses, y también porque su madre fuese libre de aquella fama de adulterio que le imponían, antes que llegase al templo de Amón envió delante unos mensajeros que previniesen a los sacerdotes, y les ganasen la voluntad y les avisasen lo que él quería que le respondiesen. Y de aquí vino que, entrando en el templo, los sacerdotes le salieron a recibir, saludándolo como hijo de Júpiter Amón. Y él muy alegre porque aquel dios lo tomaba por hijo, mando que dé ahí en adelante todos así lo llamasen, y por tal le tuviesen y acatasen. Preguntando si estaba vivo alguno de los que mataron a su padre, le respondieron los sacerdotes que su padre ni podía morir, ni nadie le podía matar; pero que el rey Filipo estaba enteramente vengado. Hecha la tercera pregunta del suceso de sus cosas se le respondió que habría de tener victoria en todas las guerras y ser señor de toda la tierra. Y también dijeron a sus compañeros que honrasen a Alejandro, no por rey sino por Dios. De aquí le creció mucho a él la presunción y la soberbia sobremanera, dejada la molestia y mansedumbre que por las letras de los griegos había aprendido, y las costumbres que las instituciones de los macedonios le habían enseñado. Después de tornado del templo de Amón, fundo aquella ciudad insigne que de su nombre llamo Alejandría, la cual quiso fuese cabeza de Egipto.
Tornando al rey Darío; que como fue dicho huyo de los campos Adrastos y se fue a la ciudad de Babilonia. Escribió una carta a Alejandro rogándole quisiese dar a rescate las mujeres que había tomado cautivas, prometiéndole dar por ellas una gran suma de dinero. A lo cual Alejandro respondió que, si él quería que se las tornase, le había de dar todo su reino a troque y rescate de ellas y no dinero u otra cosa ninguna. Andando más el tiempo, Darío torno otra vez a escribir a Alejandro, ofreciéndole una hija suya en casamiento y prometiendo en dote con ella una gran parte del reino. Alejandro le respondió que aquello ya lo tenía y no le ofrecía nada nuevo, que él debería venir humilde a hacer reverencia al vencedor y le diese el árbitro de todo el reino para que él lo dispensase como quisiere.
Cuando Darío entendió que no había forma de hacer paz, acordó rearmarse para la guerra y tornar otra vez a pasar la ventura de la batalla. Y así de nuevo, torno a llegar a cuatrocientos mil hombres a pie y cien mil a caballo, con los cuales salió al encuentro de Alejandro. En el camino le dijeron como su mujer, que estaba embarazada cuando la prendieron, murió de aquel dolor. Y que Alejandro lloro en su muerte y la enterró, e hizo las exequias con mucha honra. Y esto no porque estuviese enamorado de ella, sino por su sobrada humanidad y nobleza. Lo cual constaba ser así, porque solo la había visto una vez yendo a consolar a la madre y a las hijas. Con la cual noticia Darío tuvo por cierto que había de ser vencido, viendo que aun después de haberlo vencido en tantas batallas, también lo sobrepujaba su enemigo en beneficios, y dijo que holgaba ya que no pudiese vencer, ser vencido de tal hombre y quiso tentar la paz por tercera vez, y escribió una carta en que le daba gracias por el buen tratamiento que a los suyos había dado, en no haberlos tratado a ellos como enemigos, sino como deudos y parientes. Y ofreciéndole también la hija por mujer, con la mayor parte del reino, conviene a saber, todo lo que hay desde Europa en su señorío hasta el rio Éufrates. Diciendo que también le daría por las otras cautivas treinta mil talentos en dinero. A esto Alejandro le respondió que las gracias que le daba eran demasiadas, que él no había hecho aquello por ganarle a él la voluntad ni el amor, ni por pensar que la guerra era dudosa y de final incierto queriéndole para entonces tener amansado y ganado, sino que todo era por su grandeza de ánimo, que sabia pelear contra las fuerzas de los enemigos, no contra sus calamidades y desdichas.
A lo demás dicho que el usaría de la misma magnificencia de que siempre usaba y le concedería todo cuanto le pedía si él quisiese contentarse con ser segundo a él y no igual, y que, si esto no quisiese, le hacía saber que ni en el cielo se pueden compadecer dos soles, ni en la tierra dos iguales sin que todo se confunda y se pierda, por tanto, o que en aquel día se diese o para el siguiente se aparejase a la batalla ni le prometiese otra victoria sino la que en la batalla él había de ganar.
El día siguiente el uno y el otro sacaron sus huestes, y antes que se diese la batalla vino a Alejandro una imaginación o pensamiento muy grande con el que se adormeció. Hasta tanto que ya estaban los dos ejércitos a punto para romper, que no faltaba sino Alejandro. Parmenio su capitán espantado de verle en tan profundo sueño, se llegó a él, y con mucha dificultad lo despertó, y preguntando que era la causa que en tiempo de tanto peligro se había dormido, cuando en otro tiempo aun estando ocioso y sin guerra nunca había tenido costumbre de hacerlo así. Respondió que se había liberado de un muy grande miedo, y que la súbita seguridad que a deshora le había sobrevenido le había hecho dormir de tal manera, y que el miedo había sido que había de haber más dilación de la que él quería en la guerra. El cual después se le había asegurado y aun de todo punto quitado con ver que se podía encontrar con todo el poderío de Darío. Aquel día antes del rompimiento se miraron mucho rato los de un ejército a los del otro. Y los macedonios se maravillaron de ver la muchedumbre de los enemigos y la grandeza de sus cuerpos y la riqueza y hermosura de sus armas. Los persas se espantaron de ver la poquedad de estos otros, y como tantos millares de los suyos habían sido vencidos por tan pocos. Pero los capitanes en esta sazón no cesaban de continuo de amonestar y andar rodeando a los suyos y visitando las escuadras. Darío dijo a los suyos que si se partiesen para cada uno de los enemigos había diez de ellos. Alejandro amonesto a los macedonios que no se espantasen por el numero de los contrarios, ni por la grandeza de cuerpo, ni la diversidad de colores, antes deberían recordar que aquellos eran los mismos con quienes la vez pasada habían peleado, que no pensaran que con el huir habían cobrado esfuerzo ni haberse hecho mejores. Por el contrario, venían mas acobardados y flacos con pensar y traer a la memoria la matanza que en ellos habían infligido, y la sangre que de los suyos por los campos se había derramado, y que cuanto Darío le excedía en número de gente, lo sobrepujaba él en el animo y esfuerzo suyo y de ellos. Les dijo también que tuviesen en poco la gente que a la batalla venia muy arreada y lucida con oro y plata. Porque más presa había en ella que peligro, pues es cierto que la victoria no se gana con hermosura y buen parecer de los ornamentos y atavíos, sino por la virtud de las espadas. Finalizando Alejandro estas palabras y otras semejantes, luego se trabo la batalla y se comenzaron a herir muy valientemente. Porque los macedonios como aquellos que ya otras veces habían vencido aquellos mismos enemigos, los tenían en poco, y se metían por las espadas. Por el contrario, los persas preferían morir que ser vencidos. De manera que muy pocas veces se vio derramar tanta sangre en una batalla como aquí. Y mucho rato estuvo la batalla en peso sin reconocerse ventaja de un campo a otro, más después los persas comenzaron a declinar. Lo cual visto por Darío quiso meterse mas entre la gente para morir antes que pasar por la vergüenza de ser vencido tantas veces. Pero los que estaban cerca no se lo permitieron, indicándole que huyese y él así lo hizo. Y le persuadieron para que derribase el puente del río Cidno para impedirle el camino a los enemigos que quisiesen seguirle, pero él respondió que dios nunca quisiese que de tal manera el mirase por su salud que dejase en peligro tantos millares de sus compañeros en poder de los enemigos, que mejor era que quedase el camino abierto para aquellos que también quisiesen huir como él lo había hecho. Alejandro por otra parte andaba en la batalla acometiendo los mayores peligros, metiéndose siempre donde veía que cargaban más los enemigos y donde estaba más trabada la batalla. Porque prefería peligrar antes el, a que peligrasen los suyos. Y bien le aprovecho su trabajo, porque en aquella batalla gano todo el imperio de la Asia, al quinto año después de comenzar a reinar. Y fue tanta su felicidad que ninguno de ahí en adelante se le oso alzar ni rebelar. Y los persas después de haber sido señores tantos años sufrieron en paciencia el yugo de su servidumbre.
Hecho esto así, dejando holgar y recrear a los suyos por treinta y tres días continuos, les hizo muchas mercedes dando a cada uno según le parecía, informado de todo el botín que habían obtenido. Y en la ciudad allende de esto hallaron encerrados oncemil talentos. Luego combatió y tomo Persépolis, que era la cabeza del reino de Persia; ciudad muy antigua y noble que estaba llena de los despojos de todo el mundo. Los cuales en aquel tiempo se vieron por primera vez cuando ella se perdió. Aquí hallo Alejandro ochocientos griegos que habían estado cautivos y estaban amputados de algunos de sus miembros, los cuales le rogaron que, así como defendía y vengaba la Grecia, también los vengase a ellos, y los librase de la crueldad de sus enemigos. Alejandro les dio licencia para que pudiesen ir a sus tierras si quisiesen. Y ellos respondieron que querían más que les diese campos y hacienda en la que pudiesen vivir. Porque si se iban a su tierra, así, faltos de sus miembros y mancos, más pesar y no placer darían a sus padres. En este medio tiempo, Darío de sus propios parientes por ganar gracias del vencedor, fue atado con unas cadenas y grillos de oro en un lugar que se llamaba Tara, y los que le prendieron eran parientes suyos, llamado uno Bessos y el otro Nabarzanes. Aunque creo que esto debió ser voluntad de los dioses que quisieron que el reino de los persas se acabase en la tierra por aquellos que habían de sucederlo en el reino. Alejandro por consiguiente sobrevino con mucha prisa allí el día siguiente y le dijeron como Darío fue llevado allí de noche en un carro muy cubierto y cerrado, por lo cual el mando a su ejercito que viniese tras él. Y con siete mil jinetes lo siguió peleando en el camino, muchas veces y con gran peligro. Y habiendo pasado mucha tierra, como no hallase ningún rastro del rey Darío, acordó dar a los caballos algún descanso. Y aconteció que uno de los suyos, yendo a una fuente cerca del lugar donde habían pasado, hallo a Darío lleno de muchas puñaladas, llagado, aunque todavía vivo. El cual llegado a él llevando consigo a un cautivo; porque él no entendía su lengua, cuando al escucharlo Darío conoció que aquel era vasallo suyo, mostrando haberse halagado mucho dijo que gracias a dios porque se había acordado de el en consolarle en lo ultimo de su contraria fortuna y estado en el que se hallaba, que era haber traído por allí en tal sazón una persona que entendiese lo que hablaba porque el no muriese con lastima viendo que sus palabras iban baldías por los aires. Y entre muchas otras cosas que dijo, mando a este que de su parte dijese a Alejandro que el moría muy deudor y obligado suyo y no menos penoso por no haberle podido hacer ningún servicio en pago de aquella buena voluntad que había mostrado a su madre e hijas, tratándolas como rey y no como enemigo que conocía haber sido más dichoso en tener tal enemigo como el que no en los parientes. Porque a su madre e hijas, el siendo enemigo les había dado vida, y a él se la habían quitado sus propios parientes y aquellos a quienes él había dado vida, dignidades y reinos, por lo cual le rogaba le hiciese a él aquellas gracias siendo su vencido que el le hiciera a el si fuera vencedor. Porque en el presente no le podía hacer otras sino rogar a los reales dioses del cielo y de la tierra hasta el ultimo fin de su vida y principio de su muerte que el fuese vencedor, y alcanzase el señorío e imperio de toda la tierra. Y en cuanto lo que le tocaba a si, que mucho mas le suplicaba le hiciese justicia que muy grande ni magnifica sepultura. Pues ninguna de estas dos cosas que pedía, ya no eran para venganza suya, sino para dar ejemplo e instrucción común a todos los reyes, las cuales menospreciarse era feo y peligroso. Porque en lo uno había manifiesta justicia, y en lo otro se seguía también provecho, y que para señal y prenda de la real fe que el tomaba hizo aquel que allí estaba que le diese su mano en testimonio que diría todas aquellas cosas a Alejandro por él, y este dándole la suya expiro. Las cuales cosas sabidas por Alejandro, viniendo a ver el cuerpo por tal manera muerto, lloro diciendo que había padecido muerte muy indigna de tan gran persona. Y luego mando le fuesen hechas sus exequias y honras reales, y que el cuerpo fuese expuesto en la sepultura donde estaban los de sus antepasados.
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Índice:Diario de su residencia en Chile durante el año 1822 y de viaje de Chile al Brasil en 1823, tomo segundo, 1909 - MC0075262.pdf
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Lo que vais a leer son unas cuantas verdades bien amargas. Si no sois honrados no las leais porque se dicen en un mal hilvanado castellano y dejando a un lado esa fraseolojía que se ha hecho necesaria dentro de los nuevos rumbos, de la vida social y política de Chile, segun la cual debe llamarse intelijente al ladron, diplomático al mentiroso, tonto al honrado etc.
Mi ánimo no es ofender, ni mucho menos elaborar un admibarado folletin, es solo hacer algunas observaciones útiles aunque sea desordenadas, y tal como sean y a medida que se me ocurran las diré; es un borrador que daré a la publicidad, para que de él tomen las personas cultas y honradas lo útil y prescindan de lo demas.<noinclude></noinclude>
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Por si el tiempo os fuera escaso, para conocer la H.ª de Chile por el abate Molina, sabed que vivian felices y no en estado de salvajismo.
Jamas permitieron que ninguna nacion entrara a sus dominios y los incas peruanos debieron contentarse con llegar hasta el rio Maule donde fueron derrotados sus poderosos ejércitos por los promaucaes.
Los araucanos vivian bien sin molestar a sus vecinos, y sin dejarse molestar de nadie.
{{t3|DURANTE LA CONQUISTA}}
Leed la historia a que me he referido antes y no podreis menos de impresionaros, ante esa epopeya de siglos, en que una tribu de indios que apenas ocupaba desde el Bio-Bio al Valdivia, sin armas y con solo su indomable valor; muchas veces derrotada pero jamas vencida, arrojó en repetidas ocasiones a los españoles que habian construido buen número de fuertes en su territorio.
Valdivia, Imperial, Villa Rica, Osorno, Arauco, Cañete, Concepcion y aun el mismo Chillan fueron arrasados muchas veces hasta que el gobierno español convencido, de la imposibilidad de doblegar a Arauco, menos quebrarla, entró en paces con ella y y fué el Reverendo Padre Valdivia, quien consiguiólo de Felipe II.
Los millones de pesos gastados en la fundacion de fuertes y ciudades, y los progresos de la Conquista, no hacian sino traer una revancha mas enérjica y poderosa.
El pueblo araucano fué el único de América que derrotado muchas veces y sembrados en sus territorios fortalezas y ciudades se alzó otras tantas y reconquistó esas tierras, quemó esos fuertes y arrasó esas ciudades.
Sus jefes se midieron como en las épocas medioevales, con los jenerales de la Conquista que nunca tuvieron a menos batirse en duelo singular con esos héroes.
Felipe II en cuyos reinos no se ponia el sol, no desdeñó mandar emisarios de paz a tratar con ellos, y de reconocer su impotencia para vencerlos.
La poesía castellana se inspiró en esa lucha jigante y ahí teneis «La Araucana», la obra jeneral y el bautizo inmortal de la historia chilena.
Al fin, quedaron los araucanos dueños de su tierra, y el Bio-Bio por límite, donde se levantaron fortalezas con 20 mil hombres para sostenerlas por erario del Perú. (Historia del reino de Chile páj. 261).
I no creais que los araucanos quisieron jamas cambiar sus mazas y lanzas por las armas de fuego como los indios de Norte América, ni penseis que siempre se batieron con los españoles con ejércitos mas numerosos. No es así: estos se hacian acompañar de ausiliares indios, en mayor número. En muchas batallas lucharon hombre a hombre y hubo casos repetidos en que un indio mató hasta diez españoles bien armados.<ref>''Para que os convenzais, leed'' '''Salteadores de Indios''', ''matanza de Forrahue, libro en prensa''.</ref>
Hecha la paz no fueron los indios quienes faltaron a ella y recuérdese que, gracias a su buena fé no son hoi los holandeses dueños de toda esta zona del Sur.
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<noinclude><pagequality level="3" user="Athene Noctua Books" />{{cf|55<sup>r</sup>|FRAGANTE.|PIE DELA ROSA}}</noinclude>adonde Noe habitaua. Quando vio a aquel honrrado Capitan entendiendo en hazer seruicios a su Rey, descédio de su quartao, y hecha su cortesia, le dixo: Contéto estoy Noe de veros agradecido cauallero, y tambien de mirar, quan bien mirado biuis en ser conocido delas mercedes que del supremo Señor alcançastes: pues para que sepays, que lo deueys hazer, os auiso, que no ha passado cosa de las que aueys visto, y obrado, que carezca de diuino mysterio. Sabed, que el llouer quarenta dias, y quarenta noches, para destruyr el mundo, ha sido traça de otras tatas noches, y dias, que cada vn año deuen de llouer nuestros ojos lagrimas de peniten cia, porque con la inundacion destas virtuosas aguas, se maten, y ahoguen los incendios delos criminales vicios, eneste abreuiado mudo, por el qual es figurado qualquier hombre mortal. Mostraron se tambien por el numero delos meses que passaron para salir vos del Arca, siete dones del Espiritu santo, siete virtudes, y siete obras de misericordia, conla obseruancia delos diez mandamientos, que deue de guardar qualquier Catholico Christiano, saliendo del arca del vientre de su madre, para entrar enla fructifera tierra dela sagrada Yglesia. Fueron los Adalides que embiastes vn cueruo, y vna paloma, figurando el cueruo al pueblo ludayco, el qual se detuuo enla carne muerta dela letra, y no curando del espiritu della, no dio credito ala encar nacion del Messias que esperaua, ni torno con la respuesta verdadera dela venida de Christo, la qual le dauan sus oraculos, y prophecias: las quales ensenauan, queya el diluuio, y escuridad dela culpa seria<noinclude></noinclude>
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feria passado, con la venida del Sol de justicia enel mundo. Figuraua la paloma ala gentilidad conuertida, la qual enel pico delos Reyes del Oriete lleuo el pimpollo dela oliua Christo Iesu nacido al mun do, publicado la paz vniuersal por el vniuerso, con el nacimieto admirable del hijo de Dios. Y el'Arco dela amistad q vistes enel cielo, figura es del cauallero del Leon Christo: el qual ha de ser mediador por los hombres conel eterno Padre, reconcilian dolos, mediate su muerte, con su diuina Majestad. Todas estas marauillas, generoso Capitá, passadas por vuestras manos, os obliga, a que cötinueys los sacrificios q hazeys, alabado la Majestad diuina. Y por todo esto os digo, q para bie sea vuestra delcen dida del Arca enel mundo, y el continuar para siem pre vuestra empresa eneldiuino seruicio. Pero porque se, que os queda buen rato de negocio, para entender enla reparacion delos daños que las aguas causaron, y en renouar el humano linaje, a esta causa no quiero seros molesto co detenerme: quedaos a Dios Noe, seruilde bien, como aueys a costumbrado, que yo os seguro, que perseuerando en bien, que saldreys de su mano cauallero bien andante, y venturoso. Fuese de presto Alegorin el sabio, pero no dela memoria de Noe, el qual los dias que biuio siepre tuuo presentes las palabras deste sabidor, y cada vez que miraua el Arco dela amistad, puesto enlas nuues del cielo, se subia, y leuantaua el, delas cosas terrenales del suelo, porespiritual contemplacion. Edificaua mucho el exemplo deste santo cauallero a todas sus cōpañias, y su valerosa justicia ponia en gana de biuir justifica-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="3" user="Athene Noctua Books" />{{cf|56<sup>r</sup>|FRAGANTE.|PIE DELA ROSA}}</noinclude>cados a quantos tenia cabe si, tato, que enesta santa caualleria instituyo a sus hijos, nietos, y criados, bi uiendo enesta militar disciplina, hasta el dia que se siruio su diuino Emperador de embiar su alma al Arca del seno de Abraham, y libertarla del Arca de su cuerpo, dela qual salio blanca palomilla, con el ramo de oliua de sus espirituales victorias, y se recogio adonde Abel, y Adam, sus claros antecessores estauan. Dexó entre los biuientes perpetua fama de santo Patriarcha, y por su illustre exéplo, claro renombre de justo, de gran sacerdote, y padre general dela renouacion del mundo, cuyas reliquias instauró con marauilloso cuydado, y assi lo tuuieron muy grande sus hijos, en darle muy honrrada sepultura, enla qual puesto su cuerpo cográde llanto, puso la donzella Moraliza este letrero.
El justo aquien Dios tuuo guardado
Cerrandolo enel Arca de madera
Enesta deste marmor es cerrado
Y abierta esta su fama por do quiera.
Nor fue el fino Tibar conseruado
Para multiplicar lo que no era
Batiendo su moneda por el suelo
Saco cuerpos aqui, y almas al ciclo.
Muerto el famoso caudillo Noe, y començando acrecer el mundo, crecia tambien la soberuia de sus mortales, tanto que determinando los hombres de diuidirse por la tabla redonda del suelo, prouaron de hazerse immortales, perpetuando sus
nombres y memorias, pero no les auino como lo auian<noinclude></noinclude>
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{{c|El justo aquien Dios tuuo guardado}}
{{c|Cerrandolo enel Arca de madera}}
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{{c|Para multiplicar lo que no era}}
{{c|Batiendo su moneda por el suelo}}
{{c|Saco cuerpos aqui, y almas al ciclo.}}
Muerto el famoso caudillo Noe, y començando acrecer el mundo, crecia tambien la soberuia de sus mortales, tanto que determinando los hombres de diuidirse por la tabla redonda del suelo, prouaron de hazerse immortales, perpetuando sus
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El justo aquien Dios tuuo guardado
Cerrandolo enel Arca de madera
Enesta deste marmor es cerrado
Y abierta esta su fama por do quiera.
Nor fue el fino Tibar conseruado
Para multiplicar lo que no era
Batiendo su moneda por el suelo
Saco cuerpos aqui, y almas al ciclo.
</poem>
Muerto el famoso caudillo Noe, y començando acrecer el mundo, crecia tambien la soberuia de sus mortales, tanto que determinando los hombres de diuidirse por la tabla redonda del suelo, prouaron de hazerse immortales, perpetuando sus
nombres y memorias, pero no les auino como lo auian<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="3" user="Athene Noctua Books" />{{cf|56<sup>v</sup>|FRAGANTE.|PIE DELA ROSA}}</noinclude>auian pensado, pues tenian armados sus pensamien tos sobre vana elacion. Sabreys, como antes, y despues del general diluuio, se comunicauan los hombres por medio de vn solo idioma, y lenguaje: y como enesto fueron vnanimes, antes que se diuidiessen por la tabla redonda del mundo a buscar sus auenturas, tambien quisieron ser de vn mismo parecer y proposito, para partirse los vnos delos otros para entrar en sus demandas. Determinado pues de celebrar esta memorable diuision, todos coformes, se dixeron los vnos alos otros, hagamos ladrillos, y conel betun couenible para juntar los, fabriquemos vna famosa ciudad, y tambië vna tan encumbrada torre, cuya soberana alteza acometa la sumidad del cielo, porque antes que por la latitud, y anchura dela tierra nos repartamos, haganios eternos nuestros renombres, conel altitud eminente desta fabrica, la qual nos puede seruir de padron, donde queden esculpidas las memorias de nuestras hazañas, y linajes. Començaron coneste pensamiento a essecutar su proposito, y fue el principio desta obra malo, el medio peor, y el fin pessimo, pues los cimientos della fueron de soberuia, y los medios de arrogancia, las paredes de elacion, y los soberados de vanagloria. Viendo la Majestad diuina quan al reues labrauan estos dela humilde traça de sus diuinos labores, no quiso, que la obra de aquella pomposa fortaleza se efectuasse, pues auia de ser contraria ala quietud de su seruicio. No tuuo necessidad el immenso Poder de valerse delos rayos hechos por Vulcano, delos quales como de canteras, se aprouecharon los fingidos Dioses<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="3" user="Athene Noctua Books" />{{cf|57<sup>r</sup>|FRAGANTE.|PIE DELA ROSA}}</noinclude>fes, para defenderse delos brauosos gigates, que arborando vnos montes so bre otros, les escalauan el cielo: pero en determinarse de destruyr aquel empinado edificio, para cofusion dellos, y escarmien to delos por venir, les confundioel lenguaje: de mo do que pario vna sola légua setenta y dos maneras de hablar, tato que toda la costa y trabajo de aque lla obra, como fluxo de légua fuesse su fin, se les fue en palabras. Causada pues enlos fabricantes la ya dicha confusion, por no entenderse los vnos alos otros, les fue forçado desistir ala obra, y quedó por nobre alo que labrado estaua, Babel, que cosa cófu sa quiere dezir, para enseñar, alos que ymaginando cosas fuera de ordé quiere hazer castillos enel ayre, que todo lo que no se labra, conforme ala diuina architectura, y enla humildad dela vida del Señor, es vana, y ventosa confusion. Finalmente, vien do este so beruio linaje de gentes, que no les auia sa lido a su proposito, diuidieronse aquellas legiones de caualleros por la tabla redonda del mundo, cre ciotanto el orgulloa muchos dellos, que oluidandose dela fidelidad que al summo Emperador deuian, no curaron de entremeter se enla demanda del venidero Christo cauallero del Leon, mas aplicádose alos corruptibles metales, al Sol, y a otros planetas, los honrraro por Dioses. Y versando esta baxa caualleria, emplearon sus cuerpos, y miserables almas en seruicio del Principe Luzbel: por el qual prouaron desdichadas auéturas, hasta morir enellas, para yr a gozar delas mercedes de sus serui cios en su reyno infernal. No ternemos cuenta con las hazañas destos eneste santo cuento, pues fueron terre-<noinclude></noinclude>
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<noinclude><pagequality level="3" user="Athene Noctua Books" />{{cf|57<sup>v</sup>|FRAGANTE.|PIE DELA ROSA}}</noinclude>terrenales, y en honrra, y seruicio del Principe de las tinieblas, solo pintaremos las marauillas de aquellos que fueron espirituales, yen seruicio y acatamiêto dela diuina persona del Principe dela luz, como adelante se dira.
MARAVILLA. XIIII.
Cuenta las hazañas del santo Patriarcha Abraham, y como començo a ser cauallero andante en seruicio del sober ano Emperador, y se aparto dela compañia de Loth, et qual tambien buscaua las auenturas dela mesaredonda del suelo.
A vemos contado como los descendientes del buen caudillo Noe, y de sus preciados hijos Sem, Cham, y Iaphet, fueron caualleros andantes por el mundo, para hazer sus poblaciones enel, siguiose despues, que el buen cauallero Thare sucessor delos dichos illustres varones, vuo a su hijo Abraham, y tenia sus tierras, y estado, enla Caldea. Siendo Abraham cauallero de valor, pareciole al Emperador supremo seruirse del, y pues lo quiso por su cauallero, determino de sacarlo dela casa de su padre, enla qual los dioses prophanos se honrrauan. A esta causa llamo la diuina Majestad a Abraha, y le hablo assi. Contento estoy Abraha de las buenas partes de cauallero q veo en ti, no me pa rece que las deues perder, morando enla casa de tu padre Thare, donde so yo tratado como enemigo: porende es mi voluntad, que sin alguna dila cion dexes el palacio de tu padre, y salgas del solar conocido, y delas tierras de tu linaje y deudos, y seas cauallero andante, haziendo tu camino para las tierras que te enseñare. No cures de mas pensar enlo<noinclude></noinclude>
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